ROLANDO KAROTHY POR ELE MESMO
ENTREVISTA
A ROLANDO KAROTHY (13/09/2002)
http://www.elsigma.com/site/detalle.asp?IdContenido=2478
-¿En qué momento surgió su interés
por el Psicoanálisis?
Cuando egresé de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos
Aires ya tenía inclinación por la Psiquiatría
y el Psicoanálisis, pero después de una breve práctica
en clínica médica, mi interés se incrementó y
me volqué al estudio del psicoanálisis, en un comienzo como
autodidacta. Eso duró poco tiempo, porque enseguida entré en
la residencia de Psicopatología del Hospital Ramos Mejía. Luego,
a comienzos del año 75, ingresé como profesor en la Universidad
de La Plata.
-Época difícil.
-Sí, después cerraron la universidad, yo vuelvo a entrar
por concurso en el 86, cuando se vuelve a abrir la Carrera de Psicología,
y sigo en la actualidad. También soy director de una institución
que funciona en La Plata que se llama Lazos.
-Usted fue presidente de la Escuela Freudiana, ¿cómo
llegó a ocupar ese lugar?
-En la Escuela Freudiana de Buenos Aires, fui presidente entre los años
1987 y 1989, y actualmente sigo siendo miembro.
Desde que entré, desarrollé cierta práctica ligada a
la institución, a la enseñaza en seminarios, a la participación
en los carteles. Creo que una escuela de psicoanálisis es importante
para un analista, quien se forma no sólo con su análisis, la
clínica y la enseñanza, sino también con la participación
institucional. Esto permite, a la vez, mantener abierta la apuesta de hacer
avanzar al psicoanálisis.
-¿Y qué anécdotas recuerda de cuando estuvo
en esa función?
-Estar en la dirección de una institución psicoanalítica
siempre tiene sus dificultades, pero al mismo tiempo recuerdo experiencias
muy valiosas: el intercambio con otros, las discusiones, a veces muy
enfervorizadas, pero que manifestaban entusiasmo en el avance de la institución
y del psicoanálisis.
-¿Qué sucesos han producido marcas en su formación
y en su práctica psicoanalítica?
-Algunas marcas, en los comienzos, han sido: la intensa práctica
clínica que tuve como residente en el hospital, mi análisis,
mi formación con Raúl Sciarretta en el estudio de diversas
cuestiones filosóficas y algunos desarrollos de Freud. Tengo una deuda
con muchos que han participado en mi formación, con diversos colegas.
-¿De qué modo transitó la experiencia con
el primer paciente?
-Mi experiencia con el primer paciente fue bastante protegida, por
decirlo así, porque fue en el hospital, y tuve posibilidades de comentar,
de intercambiar ideas con otros colegas que estaban en formación.
En cierto modo, la práctica en el hospital tiene en gran medida esa
función.
-No siempre.
-Pero esto ocurre en muchos casos, se empieza a ir al hospital para ver cómo
se hace para trabajar con el primer paciente.
-Tal vez encontró un servicio hospitalario donde había
un estructura que permitía el intercambio.
-Claro, el intercambio era con otros colegas de otros años dentro
de la residencia, con el jefe de servicio de Psicopatología, con los
docentes y los supervisores. Yo había tenido unos pocos meses de trabajo
en el servicio de clínica médica del Hospital Rivadavia, que
era muy diferente a los otros servicios, con muchas comodidades y avances
tecnológicos. Para mí, entrar en un servicio de psicopatología
fue bastante impactante, porque a la ruptura con el pensamiento médico
se agregaba que la infraestructura del lugar era precaria: uno de los
consultorios coincidía, por ejemplo, con el lugar que los practicantes
usaban para dejar sus guardapolvos y tomar café, también se
atendía en mesas, en el pasillo. Sin embargo, había un gran
entusiasmo y una práctica intensa.
-Su llegada al hospital Ramos Mejía ¿fue por una
decisión personal o por azar le tocó ese destino?
-Me presenté a concurso de residencia, tuve posibilidad de elegir
y opté por el Ramos Mejía.
-Uno de sus planteos es que “la tesis más revulsiva del psicoanálisis”
no es el descubrimiento del inconsciente ni la existencia de la sexualidad
infantil, sino la ausencia y la indeterminación del objeto de la pulsión,
¿se podrían establecer diferentes consecuencias clínicas
a partir de esto último?
-Sí, las consecuencias clínicas se refieren al hecho de que
el psicoanálisis como teoría, pero también como práctica,
no apunta solamente a lo que podríamos llamar el desciframiento de
los síntomas y su interpretación, es decir, no busca sólo
la lectura del equívoco, que es uno de los nombres del inconciente.
Me parece que trata, también, de transformar la posición del
sujeto respecto de la pulsión. Esto es algo difícil, que ya
había trabajado Freud a partir de ciertos conceptos que se le imponían
desde la lectura de su práctica, como la reacción terapéutica
negativa, por ejemplo, donde se impone esa particularidad de la clínica
en la cual el sujeto goza con su síntoma, pues éste no es sólo
un mensaje. La lectura del equívoco no se puede eludir, pero la práctica
del análisis no se agota en eso.
-¿Esto lleva a nuevas preguntas con relación al
fin del análisis, a la dirección de la cura?
-Preguntas referidas esencialmente a ver cuál es el lugar del sujeto
con relación a la pulsión en el fin del análisis, en
un momento en que aún nos tenemos que formular numerosas preguntas,
porque del fin del análisis todavía no sabemos mucho. Algunos
creen que sí saben mucho, se supone que el fin del análisis
consiste en la identificación con el analista. Pero hoy, en realidad,
desde nuestra perspectiva lacaniana, la posición más válida
sería plantearnos una firme interrogación sobre lo que significa
el fin del análisis, y sostener también la pregunta sobre qué
es un analista. No apresurarse a comprender, no explicitar rápidamente
una respuesta, mantener abierta esa pregunta me parece que es un modo
de mantener abierto el deseo de Freud.
-¿Cómo pensaría el fin de análisis?
-Me parece que es complejo definirlo, porque hay que ubicar muchas
perspectivas, como el pasaje de analizante a analista, el atravesamiento
del fantasma, la caída del Sujeto Supuesto Saber, la identificación
al síntoma, alcanzar el savoir y faire con el sinthome. Son distintos
aspectos a considerar, que además no son idénticos. Ese es
el sentido de la experiencia del pase, que en varias instituciones lacanianas
se está llevando adelante. Investigar sobre el fin de análisis
a través del procedimiento del pase.
-Este sería un fin de análisis para aquellos que
pretenden llevar adelante una práctica analítica, pero para
un sujeto que no tiene esa aspiración ¿se lo pensaría
de igual forma?
-Sí y no. Se supone que el fin del análisis se refiere a cualquiera,
pero es cierto que lo que mencioné antes es lo que se espera de alguien
que quiere ocupar el lugar del analista. Esto no siempre sucede con los que
quieren avanzar en la “formación” analítica y menos con los
que no se proponen trabajar en el lugar del analista. Pero ahí hay
una dificultad, alguna vez Lacan dijo, y esto es para pensarlo, que alcanza
con que el sujeto encuentre algunas transformaciones de las satisfacciones
estereotipadas y acceda a un goce diferente en la vida, y ya eso puede ser
bastante. Pero si no deslindamos el fin del análisis, es muy difícil,
a su vez, saber hasta dónde el análisis ha sido llevado a cabo.
-Respecto del postulado anterior, ‘revulsivo’ viene de ‘revulsión’
y la definición es: método curativo que consiste en producir
una irritación local para hacer cesar la congestión o inflamación
de una parte del cuerpo. ¿Cómo podría pensarse esta
definición con relación a la dirección de la cura, tomando
su afirmación anterior?
-Lo revulsivo, con relación a la dirección de la cura, es que
un análisis siempre, si realmente avanza, transforma la posición
del sujeto respecto de su imaginario, de sus creencias habituales, de sus
teorías y de su posición subjetiva. En este sentido, debe ser
revulsivo.
-¿Y esto sería curativo?, es bastante problemático
y ha suscitado diversas polémicas en del psicoanálisis lo relativo
a lo curativo, a lo terapéutico.
-Yo creo que lo curativo es problemático porque la palabra “curación”
está arraigada en la medicina y arrastra un criterio clásico,
lo que se denomina restitutio ad integrum, “la vuelta al estado anterior”,
como modelo de la curación perfecta. Pero, para nosotros, “la vuelta
al estado anterior” es sinónimo de narcisismo y, por lo tanto, la
recuperación de un equilibrio perdido no puede ser nunca el
fin de una cura. En ese sentido, la cura debe deslindarse de la curación,
pues tiene que ver con el cuidado, pero con el cuidado como la “preservación
del deseo”, que es algo muy distinto de la curación como la ‘vuelta
a un estado anterior’. Esto es así por una razón muy sencilla:
la falla es una falla de la estructura, como lo planteaba Freud, y, si existe
la represión primaria, la consecuencia es que el ser hablante está
afectado inexorablemente por una herida imposible de curar que el maestro
vienés denominó Spaltung.
Tal como no es posible pensar en la eliminación de los síntomas,
o las formaciones del inconsciente.
El síntoma, por su estructura, es imposible de eliminar. Lo que es
posible en un análisis es un cambio de posición respecto del
saber, no la adquisición de un nuevo saber. A partir de que está
advertido de que el Sujeto supuesto Saber no existe, lo cual significa que
el Otro no existe, es que el sujeto arriesga su apuesta, su acto, su producción
para su propia vida, sin esperar la garantía del Otro.
-Siguiendo los postulados del psicoanálisis freudiano,
usted sostiene que “siempre hay distancia entre el placer esperado y el placer
encontrado, por lo tanto, hay malestar en la cultura”. ¿No se podría
pensar que el malestar en la cultura está en correspondencia con el
saber que tiene el ser humano respecto de la finitud de la vida?
-No, a mí me parece que el malestar en la cultura se puede graficar
con esa fórmula freudiana de la distancia entre placer esperado y
placer encontrado, distancia que se sostiene en la represión
primaria, es decir, se sostiene de una carencia estructural. Entonces, ese
malestar es inevitable en la cultura y deriva de esta herida inexorable e
imposible de curar que emana de la constitución del sujeto, de la
estructura misma y que hoy la pensamos no sólo con relación
al significante, sino con el anudamiento de los tres registros.
No me parece que el tema de la finitud de la vida sea el punto de partida,
salvo que se postule a la muerte como la pulsión de muerte, no como
el cese de la vida. De esta manera, remarcamos nuevamente la carencia inherente
a la pulsión de muerte en la medida en que se trata de una satisfacción
insatisfactoria, paradoja de la pulsión que se sostiene en el hecho
de que está siempre en juego el agujero, el objeto a que impide postular
la satisfacción plena. Este me parece que es el punto esencial.
-Siguiendo sus palabras, usted dice que la época actual
está marcada por Freud, pero que ya no es victoriana, porque ahora
existe un empuje al goce, ¿qué sería un empuje al goce,
algo específico de esta época?
-Sí, esta época es, como todo el mundo sabe, la de la globalización
capitalista. El discurso capitalista significa, entre otras cosas, que en
el mercado se ofrecen objetos que hacen creer a la gente que el goce está
al alcance de cualquiera. A esos objetos, Lacan los llama letosas, son como
ventosas, aspiradoras del deseo y generan la suposición de que ahí
es posible un goce para todos. El problema está en que como el deseo
es el deseo del Otro, pero el goce del Otro no existe (no hay goce del Otro,
aunque su inexistencia tiene efectos), el discurso capitalista nos quiere
hacer creer que hay un goce para todos pero eso es imposible, porque el goce
es altamente singular. Esta oferta de objetos de consumo que hay en el mercado
empuja al goce, al modo de un superyó que impone porfiadamente la
estructura social. Por eso, Lacan dice que, además de la oposición
clásica planteada por Marx entre explotadores y explotados, habría
que plantear una proletarización de todos los sujetos. Porque si bien
algunos pueden consumir más que otros y algunos no pueden consumir
nada, en tanto quedan fuera del mercado; sin embargo, aun los que no se encuentran
en esa marginalidad, están todos proletarizados, sometidos a la lógica
del mercado. Se percibe que es posible pensar que en el discurso capitalista
existe un porfiado mandato superyoico que llevaría al goce. Por eso,
decía que nuestra época no es victoriana, se fuerza a que los
sujetos crean que hay que decirlo todo. En la actualidad, en el malestar
en la cultura, en el lazo social, está más presente la variante
perversa.
-¿Cuáles serían las coordenadas que han llevado
a esta situación?
-Me parece que es el avance del discurso capitalista, entre otras cosas,
aquello que ha delimitado una relación especial, autística,
de cada uno con su plus de gozar.
-Y en la clínica, ¿qué consecuencias tiene?
-En la clínica, siempre se transforman las coordenadas fenoménicas
de los cuadros. Por ejemplo, todo el mundo ya sabe que las histéricas
de hoy no son como las del siglo XIX o las de comienzos del XX que veía
Freud; es difícil ver en la actualidad los ataques que había
en la época de Charcot, hoy las histéricas pueden ser hasta
las abanderadas de la liberación sexual. Cambia la presentación,
la forma, pero nosotros sabemos que los modos particulares en que se construyen
las neurosis, las perversiones, las psicosis no varían. Se sabe que
en nuestra época hay cierto predominio de algunas formas, que un poco
abusivamente se llaman patologías actuales o de borde, que evidentemente
tienen que ver con cierto cambio, pero en la presentación, en la forma.
-La constitución subjetiva no varía, lo que cambia
es su manifestación.
-Pueden variar las manifestaciones a partir de ciertos fenómenos específicos
de una época, por ejemplo, los contenidos de un delirio en determinadas
situaciones sociales. Es probable que los delirios tengan, en épocas
de dictadura militar, presentaciones relacionadas con la tortura, o que aparezcan,
en tiempos de guerra, cuestiones que tengan que ver con ataques al cuerpo.
-Estas modificaciones ¿implican la necesidad de cambios en
las intervenciones del analista con relación a aquellas que se planteaba
Freud en su práctica clínica?
-Si nos referimos específicamente a la práctica de Freud, hay
una particularidad. Es muy probable que ciertas intervenciones suyas hoy
nos puedan parecer muy elementales, hasta casi ridículas, y que uno
proscribiría actualmente en la mayoría de los pacientes, como
la que hace en una oportunidad con el “Hombre de las ratas”. Me refiero al
momento en que le dice que cuando él estaba a punto de contarle algo,
prefiere relatarle que eso no se lo va a contar, y entonces Freud le explica
qué es la resistencia, y aparentemente le da una mini clase sobre
la resistencia en psicoanálisis. Sin embargo, con el “Hombre de las
ratas” eso seguramente operó como una interpretación. No sólo
porque lo decía Freud y era Freud, sino porque esa era la primera
vez que se decía. Hoy sería una repetición teórica,
una especie de práctica pedagógica. Esto también importa
en términos de que lo que se dice en un análisis debe tener
un alto valor singular, más allá de las transformaciones de
las presentaciones de una época. No es que las intervenciones cambian
porque cambian las manifestaciones; los principios del análisis, si
un análisis puede empezar, por supuesto, son los mismos. Lo que cambia
es la forma particular de reinventar el análisis con cada paciente.
Es cierto que muchos pacientes que consultan no entran fácilmente
en el dispositivo de análisis, porque no se establece la transferencia;
estas situaciones existieron siempre, pero ahora parece que también
lo notamos en muchos casos.
-Siguiendo a Michel Foucault ¿cuál sería
el “régimen de verdad” que presenta nuestra época y qué
sistema de poder estaría ligado a ella?
-Lo que proponía con relación al discurso capitalista me parece
que tiene una fuerte incidencia en este problema, porque es cierto que al
régimen de verdad hay que pensarlo como lo que se juega del lazo social
a partir del hecho de que la verdad es un lugar del discurso. La verdad se
dice siempre a medias en la medida en que se juega en el lenguaje: como el
lugar de la verdad es la lengua, hay una mitad siempre indecible. Esa verdad
indecible, en última instancia, es el lado en que la verdad implica
su relación con lo real. Es cierto que en la medida en que la verdad
es uno de los lugares del discurso y a partir de ahí uno puede plantear
la determinación del discurso, entonces el lugar de la verdad determina
un discurso, y según de qué discurso hablemos, la verdad juega
de distintas maneras. No da lo mismo la verdad que se juega en el discurso
del amo que la que se juega en el discurso universitario, histérico
o analítico. Nosotros decimos ‘todos los poderes a la palabra’, siguiendo
la consigna lacaniana de la dirección de la cura, podríamos
agregar hoy: porque a partir de ahí también es posible captar
la función de lo real y la constitución del sujeto en relación
con su forma de goce. ‘Todos los poderes a la palabra’ es un modo de plantear
una dirección de la verdad muy diferente a la del discurso del amo.
Pongamos por caso, en el discurso del Amo, se ve muy bien cómo la
verdad sigue el régimen de poder del significante amo. En una época
de la dictadura militar, aparecía en la tapa de una revista muy popular,
de esas que hay en los kioscos, un personaje civil con una gorra militar,
entonces, hubo un reproche muy fuerte hacia esa revista, pues era una especie
de caricatura. Se pensó que a través de esa parte de un uniforme
militar se efectuaba un ataque metonímico a los militares en su conjunto,
y como los militares tienden siempre a identificarse con los símbolos
de la patria, se podía decir que esa imagen era considerada como un
ataque a la patria misma. Frente a cualquiera que atacara a los militares
como corruptos o asesinos, un régimen de verdad, al servicio del poder
sostenido en el discurso del amo podría decir: “los militares no podemos
ser corruptos, porque llevamos en nuestros uniformes las insignias de la
Patria y porque somos los herederos del General San Martín”. Eso es
un régimen de verdad del discurso del Amo que deriva del poder del
significante Amo y que apunta a otro significante para reafirmar su verdad,
no para mostrar la implicación subjetiva y la castración, que
en realidad ocupan el lugar de la verdad velada del discurso en cuestión.
-Me da la impresión de que esto es algo que está
más ligado al poder que a una determinada época.
-Esto ha tenido variantes históricas, no es exclusivo de nuestra época,
estos discursos remiten a formas de lazos sociales, si bien el discurso analítico
es un lazo social nuevo, el discurso del amo no lo es, sólo hay variantes
entre el discurso del amo moderno y el antiguo. Napoleón escribió
en una oportunidad que el lenguaje humano sirve para dos cosas: para dar
órdenes a los soldados y para seducir a las mujeres. Sabía
muy bien las formas del discurso del amo.
-¿De qué manera se articula el poder en los otros
discursos?
-En el discurso analítico, por ejemplo, no ocupa el lugar dominante
el poder del significante amo (que pretende ser idéntico a sí
mismo para garantizar la palabra del agente, que ya es poseedor de la verdad),
sino el objeto a, para poner al saber en el lugar de la verdad, para
que el saber muestre su propia esencia agujereada, y se pueda producir un
significante nuevo. Esto es dar los poderes a la palabra y encontrar la puesta
en juego de la implicación de la castración subjetiva.
-¿Le parece que hay nociones conceptuales sobre las cuales
el psicoanálisis tiene que hacerse replanteos profundos?
-El psicoanálisis es una teoría siempre abierta a la revisión,
uno podría decir que todos los conceptos merecen una revisión
sostenida, permanente. Pero seguramente en la actualidad hay algunos que
requieren una revisión y otros casos donde se hace necesario
comenzar un desarrollo, porque lo que se sabe no es mucho, tenemos que reconocer
lo que no sabemos. En este último caso, si no sabemos qué es
un analista, se impone investigar qué quiere decir el deseo del analista,
una de las cuestiones más cruciales de la práctica del psicoanálisis.
En términos de redefinir conceptos, creo que el de lo inconsciente
es un concepto que habría que volver a pensar, muchos pueden decir
que más o menos ya se sabe, que está bastante trabajado en
Freud; sin embargo, Lacan prácticamente inicia uno de sus últimos
seminarios diciendo: “y a fin de cuentas ¿qué es lo inconsciente?”
Es decir: hoy es uno de los temas esenciales que hay que seguir pensando
y, por supuesto, también está el tema de la pulsión,
la transferencia, etc.
-Muchas veces se ha intentado aproximar alguna definición
acerca de qué es un analista, sin embargo la pregunta insiste, ¿Hay
algo del orden de lo imposible en su definición que insta a una continua
reformulación?
-Si un analista está como analista en el momento en que su acto
lo delimita como tal, y en ese momento está en posición femenina,
hay algo de la pregunta sobre qué es un analista que lo acerca a qué
es una mujer. No digo que sea la misma pregunta pero... En torno a la pregunta
referida a qué es una mujer, se pueden dar algunas respuestas, pero
es imposible responder qué quiere una mujer. En el caso del analista,
se trata de la pregunta ¿qué es un analista? Pero es necesario
investigar qué significa el deseo del analista, metamorfosis del deseo
que implica un deseo más fuerte que el deseo de ser amado.
En nombre de elsigma.com le agradezco la transmisión
de su pensamiento con relación a conceptos que forman parte de
interrogantes frecuentes en nuestra práctica.