LA IDENTIFICACIÓN
JACQUES LACAN
Clase 25. del 20 de Junio de 1962
Se aproxima el tiempo de fin de año. Mi discurso sobre la identificación no podrá por supuesto agotar su campo. Sin embargo no puedo experimentar al respecto ningún sentimiento de haber fallado.
Este campo, en efecto, alguien se inquietaba un poco al comienzo, no sin fundamento, de que hubiera elegido una temática que le parecía permitiría aún para nosotros ser instrumento del "todo y en todo"; intenté por el contrario mostrarles el rigor estructural que se vincula a él.
Lo hice partiendo del segundo modo de identificación distinguido por Freud, el que sin falsa modestia creo haber vuelto de ahí en más impensable para todos ustedes sino bajo el modo de la función del rasgo unario. El campo en el que estoy desde que introduje el significante del ocho interior es el del tercer modo de identificación esa identificación en la que el sujeto se constituye como deseo,. y en la que todo nuestro discurso precedente nos impedía desconocer que el campo del deseo no es concebible para el hombre sino a partir de la función del Otro: el deseo del hombre se sitúa en el lugar del Otro y se constituye allí precisamente como ese modo de identificación original que Freud nos enseña a separar empíricamente -lo que no quiere decir que su pensamiento sea empírico en ese punto- bajo la forma de lo que nos es dado en nuestra experiencia clínica, especialmente a propósito de esta forma tan manifiesta de constitución del deseo que es el de la histérica.
Contentarse con decir: hay identificación ideal y además identificación del deseo al deseo - eso puede funcionar por supuesto para un primer desbrozamiento del asunto, ustedes deben verlo claramente. El texto de Freud no deja las cosas allí, y no deja las cosas allí en la medida en que ya en el interior de las obras mayores de su tercera tópica, nos muestra la relación del objeto que no puede ser aquí más que el objeto del deseo, con la constitución del ideal mismo. Lo muestra en el plano de la identificación colectiva, de lo que es en suma una especie de punto de concurso de la experiencia por la que la unaridad del rasgo, si puedo decir, mi rasgo unario -es lo que quería decir- se refleja en la unicidad del modelo tomado como el que funciona en la constitución de ese orden de realidad colectiva que es, si se puede decir, la masa con una cabeza, el líder.
Este problema, por local que sea, es sin duda el que ofrecía a Freud el mejor terreno para aprehender él mismo, en el punto en que elaboraba las cosas, en el nivel de la tercera tópica, algo que para él, no de una manera estructural, sino ligado de alguna manera a una especie de punto de concurrencia concreto, reúne las tres formas de la identificación. Ya que tanto la primera forma, la que permanecerá en suma en el borde, al término de nuestro desarrollo de este año, la que se ordena como la primera, también la más misteriosa, aunque aparentemente la primera puesta al día por la dialéctica analítica, la identificación al padre, está allí la identificación al líder, a la masa, y está allí de algún modo implicada, sin estar del todo implicada, sin estar del todo incluida en su dimensión total, su dimensión íntegra.
La identificación al padre hace entrar en efecto en cuestión algo de lo que se puede decir que, ligado a la tradición de una aventura propiamente histórica al punto de que podemos probablemente identificarla a la historia misma, abre un campo que no hemos siquiera soñado hacer entrar en nuestro interés este año, faltos de poder estar allí entera y verdaderamente absorbidos.
Tomar inicialmente por objeto la primer forma de identificación hubiera sido comprometer enteramente nuestro discurso sobre la identificación en los problemas de Tótem y Tabú, la obra, para Freud, de la que se puede decir era para Freud lo que se puede denominar die Sache selbst, la cosa misma, y de la que se puede decir también lo seguirá siendo en sentido hegeliano, en la medida en que para Hegel die Sache selbst, la obra, es en suma todo lo que justifica, todo en lo que merece subsistir ese tema que no fue, que no vivió, que no sufrió, poco importa, sólo esta exteriorización esencial con una vía trazada por él por una obra -es eso, en efecto, lo que se observa y que quiere permanecer sólo fenómeno en movimiento de la conciencia, y bajo este ángulo se puede decir en efecto que tenemos razón, que estaríamos más bien equivocados de no identificar el legado de Freud, si hubiera que limitarse a su obra, a Tótem y Tabú.
Pues el discurso sobre la identificación que yo he proseguido este año, por lo que ha constituido como aparato operatorio, -creo que no pueden sino estar a punto de comenzar a ponerlo en uso- pueden aún antes de probarlo, apreciar su importancia que no podría dejar de ser totalmente decisiva, en todo lo que es por el momento llamado a la actualidad de una formulación urgente, de primer orden, el fantasma.
Quería marcar que era esa la etapa previa esencial, que exige absolutamente una antecedencia propiamente didáctica para que pueda articularse convenientemente la falle, la falta, la pérdida en la que estamos para poder referirnos con un mínimo de conveniencia a aquello de lo que se trata en lo que concierne a la función paterna.
Hago precisamente alusión a esto que podemos calificar como el alma del año 1962, en el que aparecen dos libros de Claude Levy-Strauss El totemismo y El Pensamiento salvaje. No creo que ni un sólo analista no haya tomado conocimiento de eso sin sentirse a la vez -para todos aquellos que siguen esta enseñanza- reafirmados, reasegurados, y sin encontrar allí el complemento, puesto que por supuesto él tiene la holgura de extenderse en campos que no puedo traer aquí más que por alusión, para mostrarles el carácter radical de la constitución significante en todo lo que pertenece, digamos, a la cultura, aún cuando por supuesto -él lo subraya- no es esto marcar un dominio cuya frontera seria absoluta. Pero al mismo tiempo, en el interior de sus tan pertinentes exhausiones del modo clasificatorio del que se puede decir que el pensamiento salvaje es menos el instrumento que de algún modo el efecto mismo, la función del tótem y tabú parece enteramente reducida a esas oposiciones significantes.
Sin embargo queda claro que esto no podría resolverse sino de una manera impenetrable si nosotros, analistas, no somos capaces de introducir aquí algo que está al mismo nivel que este discurso, a saber, como este discurso, una lógica.
Es esta lógica del deseo, esta lógica del objeto del deseo de la que les he dado este año el instrumento al designar el aparato por el cual podemos aprehender algo que, para ser válido, no puede más que haber sido desde siempre la verdadera animación de la lógica, quiero decir allí donde, en la historia de su progreso, ella se ha hecho sentir como algo que abria el pensamiento. No es menos cierto que este resorte secreto permanecía tal vez oculto, que la lógica no interesó, no implicó el movimiento de este mundo que no es nada: se lo denomina mundo del pensamiento, en una cierta dirección que, por ser centrífuga no estaba de todos modos menos determinada por algo que se refería a un cierto tipo de objeto que es aquel en el que por el momento nos interesamos.
Lo que definí la última vez como el punto, el punto en una cierta manera nueva de delimitar el circulo de connotación del objeto, es lo que nos lleva al umbral de tener, antes de separarnos este año, que plantear la función de ese punto ambigüo, se los he dicho, no sólo en la mediación sino en la constitución inherente una a otra, no sólo como el reverso aquí valdría el derecho, sino como un reverso, les he dicho, que sería la misma cosa que el derecho, del $ y del punto a en el fantasma, en el reconocimiento de lo que es el objeto del deseo humano, a partir del deseo en el reconocimiento de aquello por lo que en el deseo del sujeto no es ninguna otra cosa sino el corte de este objeto.
Y cómo la historia individual -ese sujeto discurrente, donde este individuo no está más que comprendido- está orientada, pivotando, polarizada por ese punto secreto y tal vez en último término nunca accesible, si es cierto que hay que admitir con Freud, al menos por un tiempo en la irreductibilidad de una Urverdrängung la existencia de este ombligo del deseo en el sueño, del que habla en la Traumdeutung, es esto cuya función no podemos omitir en toda apreciación de los términos en los cuales descomponemos las caras de ese fenómeno nuclear.
Es por lo que, antes de reencontrar la clínica, siempre demasiado fácil para colocarnos en las impresiones de verdades a las que nos acomodamos muy bien en estado velado: a saber: ¿qué es el objeto del deseo para el neurótico, o aún para el perverso, o aún para el psicótico? No es esto este muestreo, esta diversidad de colores lo que no nos servirá nunca sino para hacernos perder cartas que son interesantes. "Deviene lo que eres" dice la fórmula de la tradición clásica. Es posible. Voto piadoso. Lo que es seguro es que tú devienes lo que tú desconoces. La manera en que el sujeto desconoce los términos,. los elementos y las funciones entre las cuales se juega la suerte del deseo, en la medida precisamente en que en alguna parte le aparece bajo una forma develada de sus términos, es esto por lo cual cada uno de aquellos que hemos llamado neurótico, perverso, y psicótico, es normal. El psicótico es normal en su psicosis, y por otra parte porque el psicótico en su deseo tiene relación al cuerpo; el perverso es normal en su perversión porque tiene relación en su variedad al falo y el neurótico, porque tiene relación al Otro, al gran otro como tal. Es en esto que son normales, porque son los tres términos normales de la constitución del deseo.
Esos tres términos seguramente están siempre presientes Por el momento, no se trata de que lo estén en uno cualquiera de esos sujetos, sino aquí, en la teoría. Es por esto que no puedo avanzar en línea recta. Es que a cada paso me viene la necesidad de rehacer con ustedes el punto, no tanto en una inquietud de que me comprendan "¿Se atiene usted a lo que le comprendemos?" se me dice de tiempo en tiempo. Son amabilidades que escucho en mis análisis. Evidentemente sí. Pero lo que constituye la dificultad, es la necesidad de hacerles ver que en ese discurso ustedes están comprendidos; es a partir de ahí que puede ser engañador, porque ustedes están ahí comprendidos de todas maneras; y el error puede venir únicamente de la manera en que ustedes conciben que están ahí comprometidos.
He sido sorprendido al leer, ayer por la mañana, a la hora en que la huelga de electricidad no habia aún comenzado, el trabajo de uno de mis alumnos sobre el fantasma. Mi Dios, no malo. Seguramente,.. eso, no es todavía la puesta en acción de los aparatos de los que he hablado, pero finalmente la única colación de pasajes de Freud en que él habla del fantasma de un modo absolutamente genial. Cuando uno se pregunta que pertinencia, en ausencia de todo lo que se puede decir, esas aberturas han condicionado después, de dónde la primera formulación puede haber encontrado esta pertinencia para permanecer de alguna manera ahora marcada por el poinçon mismo con el que intento aislar las cosas. Esta pulsión que se hace sentir del interior del cuerpo, esos esquemas enteramente estructurados por esas prevalencias topológicas, no hay sino ahí, que es el acento.
¿Cómo definir lo que funciona proveniente del exterior y proveniente del interior?
Qué increíble vocación de chatura ha sido necesaria en lo que se puede llamar la mentalidad de la comunidad analítica para creer que es la referencia a lo que se denomina la "instancia biológica". No que esté diciendo que un cuerpo, un cuerpo vivo -no estoy bromeando- no sea una realidad biológica, sólo hacerlo funcionar en la topología freudiana como topología y ver no sé qué biologismo que seria radical, inaugural, coextensivo de la función de la pulsión, es lo que constituye toda la amplitud, todo él hiato (béance) de lo que se denomina un contrasentido, un contrasentido absolutamente manifiesto en los hechos, a saber, que como no hay necesidad de hacerlo observar, hasta nueva orden, es decir, la revisión que esperamos en la biología, no hay rastro de un descubrimiento biológico, ni siquiera fisiológico, ni estesiológico, que haya sido realizado por la vía del análisis -estesiológico quiere decir un descubrimiento sensorial, algo que se hubiera podido encontrar de novedoso en la manera de sentir las cosas-; el contrasentido es muy fácil de definir: es que la relación de la pulsión al cuerpo está en todas partes marcada en Freud; topológicamente, eso no tiene el mismo valor de remisión, la idea de una dirección, que un descubrimiento de una investigación biológica.
Es seguro que el "qué es un cuerpo", ustedes lo saben, no es ni siquiera una idea esbozada en el consensus del mundo filosofante en el momento en que Freud esboza su primera tópica; toda la noción del Dasein posterior, si puedo decir, construida para darnos la idea primitiva que se puede tener de lo que es un cuerpo, como un allí constituyente de ciertas dimensiones de presencia -y no les voy a resumir Heidegger, porque si les hablo de él es que pronto van a tener un texto del que les dije es fácil, y ustedes tomarán la palabra.
En todo caso, la facilidad con que lo leemos actualmente prueba que lo que él ha lanzado en la corriente de las cosas está perfectamente en circulación; esas dimensiones de presencia de la manera que se las llame, el Mitsein, quer dizer, todo lo que ustedes quieran In-der-Welt-sein, todas las mundanidades tan diferentes y distintas; pues se trata justamente de distinguirlas del espacio: latum, longum y profundum, lo que no tiene dificultad para mostrarnos que no está allí sino la abstracción del objeto, y porque también esto se propone como tal en ese Descartes que puse este año al inicio de mi exposición. La abstracción del objeto como subsistiendo, es decir, ordenado ya en un mundo que no es simplemente un mundo de coherencias de consistencia sino nucleado del objeto del deseo como tal.
Todo esto produce en Heidegger admirables irrupciones en nuestro mundo mental. Déjenme decirles que, si hay personas que tienen por deber no estar satisfechas en ningún nivel, son los psicoanalistas, soy yo. Esta referencia sin duda sugestiva a lo que denominaré -no vean ninguna especie de tentativa de rebajar aquello de lo que se trata -una praxis artesanal, fundamento del objeto-utensilio, como descubriendo seguramente en el más alto grado esas primeras dimensiones de la presencia tan sutilmente destacadas que: son la proximidad, el alejamiento, como constituyendo los primeros lineamientos de este mundo, Heidegger debe mucho -me lo ha dicho- al hecho de que su padre fuera tonelero.
Todo esto nos descubre algo con lo que eminentemente la presencia tiene que ver, y con lo que nos engancharíamos mucho más apasionadamente al plantear la cuestión de saber lo que tiene de común todo instrumento: la cuchara primitiva, la primera manera de cavar, de retirar algo de la corriente de las cosas, ¿qué tiene que ver esto con el instrumento del significante? Pero, al fin de cuentas, no esta todo para nosotros dencentrado desde el inicio ?
Si eso tiene un sentido lo que Freud aporta, a saber que en el corazón de la constitución de todo objeto está la libido, si eso tiene un sentido, quiere decir que la libido no es simplemente el exceso de nuestra presencia práctica* en el mundo, [ce qui est la thémantique depuis toujours et ce que Heidegger ramène : car si la Sorge est le souci, l'occupation, est ce qui caractérise cette présence de l'homme dans le monde,]** esto quiere decir que cuando la preocupación se relaja un poco, se empieza a coger (baiser). Es lo que como ustedes saben constituye la enseñanza por ejemplo de alguien que yo elijo, verdaderamente sin ningún escrúpulo, y en un espíritu de polémica, pues es un amigo, Alexander.
* Em francês, praxique, que se traduz em português por práxico (de praxis).
** Frase omitida: o que é a temática desde sempre e o que Heidegger restabelece: pois se a Sorge é o cuidado, a ocupação, é o que caracteriza esta presença do homem no mundo.
El señor Alexander tiene por otra parte su lugar muy honorable en este concierto simplemente un poco cacofónico que se puede denominar la discusión teórica en la sociedad psicoanalítica norteamericana, tiene su lugar con pleno derecho, porque es evidente que seria un poco excesivo que se pudieran permitir, en una sociedad tan importante y oficialmente constituida como esta asociación americana, rechazar lo que coincide verdaderamente también con los ideales, con la práctica de un área que se denomina cultural, determinada.
Pero finalmente es claro que aún esbozando una teoría del funcionamiento libidinal como constituido con la parte de excedente de una cierta energía, -de cualquier modo que la categoricemos: energía de supervivencia u otra-, es absolutamente negar todo el valor, no simplemente noético, sino la razón de ser de nuestra función de terapeutas, tal como definimos sus términos y propósitos.
Aún cuando en el conjunto prácticamente nos acomodemos muy bien, nos encarguemos de conducir a la gente a sus asuntos, lo que es seguro es que aún cuando sujetemos ese resultado bajo la forma de éxitos terapéuticos, sabemos al menos lo siguiente: una de dos: o que lo hemos hecho por afuera de toda especie de vía propiamente analítica, y entonces lo que fallaba en el centro del asunto -pues se trata de eso- sigue fallando, o bien que si hemos llegado allí, es justamente en la medida -que no es allí más que el abc de lo que se nos enseña- en que no hemos buscado de ninguna manera arreglar el asunto, sino que hemos estado en otra parte, hacia lo que campaneaba (clochait), lo que vibraba en el centro, el nudo libidinal.
Es por eso que todo resultado sancionable en el sentido de la adaptación -me disculpo, hago aquí un pequeño rodeo por banalidades, pero hay banalidades que hay que recordar de todos modos, sobre todo por que después de todo, recordadas de alguna manera, las banalidades, pueden perecer poco banales todo éxito terapéutico, es decir, llevar a la gente al bienestar de su Sorge, de sus "asuntitos" es más o menos siempre para nosotros en el fondo -lo sabemos, es por eso que no tenemos que vanagloriarnos- lo peor, una coartada, una sustracción de fondos, si puedo expresarme así.
De hecho, lo que es aún más grave, nos prohibimos hacer más, sabiendo al mismo tiempo que esta acción muestra, de la que podemos vanagloriarnos cada tanto como de un éxito, se realiza por vías que no concierne al resultado. Gracias a esas vías alegamos en un lugar complementario, lo no conciernen más que por repercusión, a retoques; es lo máximo que se puede decir. ¿Cuando nos ocurre que resituemos al sujeto en su deseo? Es una pregunta que dirijo a los que tienen aquí alguna experiencia como analistas, no a los otros, evidentemente.
¿Es concebible que un análisis tenga por resultado hacer entrar un sujeto en deseo, como se dice entrar en trance, en celo* o en religión?. Es por esto que me permito plantear la cuestión en un punto local; el único al fin de cuentas decisivo, porque no somos apóstoles, es si esta cuestión no merece ser preservada cuando se trata de los analistas; pues para los otros, el problema plateado es: ¿que es el deseo para que pueda subsistir, persistir en esta posición paradójicas? Pues es finalmente claro que de ninguna manera emito el anhelo por allí de que el efecto del análisis tenga que reunirse con aquel cumplido desde siempre por los sectores místicos, cuyas operaciones famosas, sin duda engañosas, a menudo dudosas en todos los casos la mayor parte del tiempo, no es aquello en lo que les pido especialmente interesarse, si no es de todos modos para situarlos como ocupando ese lugar global de llevar al sujeto a un campo que no es otra cosa que el campo de su deseo.
* cio.
Y para decir todo, habiendo pasado mi último fin de semana por una serie de rebotes, por tratar de ver el sentido de algunas palabras de la técnica mística musulmana, habia abierto esas cosas que practicaba en un tiempo, como todo el mundo. Quién no ha mirado un poquito esos indigestos y pesados libros de hinduismo, de filosofía, de no se que ascesis, que nos son dados en una terminología polvorienta y en general incomprendida, diría tanto más comprendida cuando el transcriptor es más bruto, es por eso que los trabajos ingleses son los mejores; no lean sobre todo los trabajos alemánes, se los ruego, son tan inteligentes que eso se transforma inmediatamente en Schopenhauer. Y además está René Guénon, del que hablo porque es un curioso lugar geométrico.
¡Veo en la cantidad de sonrisas la proporción de pecadores! ..Les juro que en una época, en el comienzo del siglo del que formo parte -no sé si eso continúa, pero veo que este nombre no es desconocido, y entonces debe continuar- toda la diplomacia francesa encontraba en René Guenón, ese imbécil, su maestro de pensamiento. ¡Ustedes ven el resultado! Es imposible abrir una de sus obras sin encontrar nada. que hacer porque lo que siempre dice es que debe cerrar el bico. Lo que tiene un encanto probablemente inextinguible; pues el resultado es que gracias a eso todo tipo de personas que probablemente no tenían gran cosa que hacer -como decía Briand: "Ustedes saben que nosotros no tenemos politice exterior, pues el diplomático debe estar en una atmósfera un poco irrespirable.."- y bien, esto les ayudó a permanecer en su pequeño caparazón...
En resumen, todo esto no es para dirigirlos al hinduismo, pero de todos modos ya que me encuentro, no puedo decir "releyendo", porque no los he leído nunca, los textos hindúes, y como les digo, es siempre decepcionante desde el comienzo, pero acabo de rever, retranscriptos, aproximados a cosas mucho más accesibles de la técnica mística musulmana, por alguien maravillosamente inteligente, aunque presentando todas las apariencias de la locura, que se llama Louis Massignon -digo "las apariencias"- y refiriéndose al bodhi:* a propósito de la elucidación de esos términos, el punto que pone en relieve de la función terminal -quiero decir que es el anteúltimo umbral a traspasar antes de la buscada liberación, ante la ascesis hindú-, la función que da al bodhi como el objeto -pues es eso lo que quiere decir, lo que por supuesto no está escrito en ninguna parte, salvo en este texto de Massignon, que encuentra la equivalencia con el man-sou (?) de la mística shiita -la función del objeto como punto de giro indispensable de esta concentración para alcanzar términos metafóricos de la realización subjetiva de la que se trata, que no es al fin de cuentas más que el acceso a ese campo del deseo que podemos llamar el deseante directamente. ¿Y cuál es el deseante?
* BODHI PAKKIYA DHAMMA. - (Budismo) Último nome para os 37 ítens de uma série de sete grupos de qualidades mentais. Aparece nos primeiros estudos budistas como resumo mnemônico. Abrange os fundamentos da atenção, dos esforços e das bases do poder. Inclui as 5 qualidades: fé, força, atenção, concentração e sabedoria. No sexto grupo estão os fatores do despertar e o último é o próprio caminho óctuplo.
Está claro que aquellos que no han llegado ahí no saben nada y que es lo que molesta a todos los oficiantes del dominio ya constituido que denominé la última vez el de Théo, naturalmente la sospecha, la exclusión el olor de azufre de que está rodeado en todas las religiones la ascesis mística.
Sea como fuere, la relación articulada a ese estadio, al estadio que se puede llamar de acabamiento de la involución, de la asunción del sujeto en un objeto elegido por otra parte por técnicas místicas con un orden muy arbitrario -puede ser una mujer, puede ser un tapón de botella me parecía coincidir perfectamente con la fórmula: ($ a), a corte de $ tal como se las formulo como dada, como la formalización más simple que nos es permitido alcanzar en contacto con las diversas formas de la clínica, es decir porque es necesario presumir que la estructura de este punto central tal como podemos construirlo -el término es de Freud- y tal como debemos construirla necesariamente para dar cuenta de las ambigüedades de sus efecto.
El trabajo al que hacia alusión hace un rato, que he leido ayer por la mañana, se dedicaba a re tomar -es necesario digerir las cosas- un campo que yo había tratado hace mucho tiempo, a saber la estructura del hombre de los lobos; especialmente a la luz de la estructura del fantasma, la cosa está totalmente bien situada en este trabajo. No obstante, en relación a las primeras formulaciones, las que hice antes de haberles aportado los recientes aparatos, implica poco beneficio, pero me designa en qué punto siguen después de todo lo que puedo mostrarles como lugar a atravesar.
Retomemos entonces simplemente para ubicarlo -no es una critica-, este trabajo, habría que hacer muchos otros y sería necesario que conocieran, lo que debe difundirse, cosa que encontraría deseable -la definición lógica del objeto que me permito denominar lacaniano en la ocasión, pues no es lo mismo que hablar de lacanismo execrado - del objeto del deseo; la función lógica de este objeto no se debe -es lo que designe la novedad del circulito (1) que les enseño a cernir diciéndoles que esta esencialmente
constituido por la presencia de ese punto que está allí, ya sea en su campo central, o en el límite de ese campo, es decir aquí, pues estos tres casos (2-3-4) son los mismos como reducción última del campo -su función lógica no se debe ni a su extensión ni a su comprensión; pues su extensión, si se puede designar algo con ese término, se sostiene en la función estructurante del punto. Cuanto más puntiforme es ese campo (4) hay más efectos, y esos efectos son, si puedo decir, de inversión. A la luz de este principio no hay problema en lo que concierne a lo que Freud nos ha provisto como reproducción del fantasma del hombre de los lobos.
Ustedes conocen este árbol, este gran árbol y los lobos que no son en absoluto lobos, prendidos de ese árbol en número de cinco, sin embargo en algunas partes se hable de siete.
Si necesitáramos una imagen ejemplar de lo que es el a aquí, en el límite de este campo (3) cuando su radicalidad fálica se manifiesta por una especie de singularidad como accesible allí donde solamente puede aparecérsenos, es decir, cuando se acerca o puede aproximarse al campo externo (4), campo de lo que puede reflejarse, campo de aquello en lo que una simetría puede permitirnos el error especular, lo seremos allí. Pues es claro a la vez que esto no es por supuesto la imagen especular del hombre de los lobos, que esta allí ante él, y que sin embargo -nosotros lo hemos marcado por otra parte hace bastante tiempo como para que esto no sea una novedad- para el autor del trabajo del que hablo, es la imagen misma de ese momento que vive el sujeto como escena primitiva.
Quiero decir que es la estructura misma del sujeto ante esta escena. Quiero decir que ante esta escena el sujeto se hace lobo mirando y se hace 5 lobos mirando. Lo que se abre subitamente a él en esta noche, es el retorno de lo que el es, esencialmente en el fantasma fundamental.
Sin duda la escena misma de la que se trata está velada. Volveremos sobre este velo. De lo que ve no emerge más que esa V en alas de mariposa de las piernas abiertas de su madre o el V romano de la hora del reloj, las 5 horas del verano caliente, hora en que parece haberse producido el encuentro. Pero lo importante es que lo que ve en su fantasma, es $ mismo en tanto es corte de a: los as son los lobos. Y si sigo de largo hoy es porque al lado de un discurso difícil, abstracto y del que no espero poder llevar, en los limites en los que nos encontramos, hasta sus últimos detalles, este objeto del deseo se ilustra aquí de una manera que me permite acceder enseguida a elementos concretos de estructura que tendría maneras más didácticas de exponerles.
Pero no tengo tiempo y hago pasar por allí este objeto no especular que es el objeto del deseo, este objeto que puede encontrarse en esta zona fronteriza en función de imagenes del sujeto -digamos para ir rápido aunque haya algunos riesgos de confusión- en el espejo que constituye el Otro, digamos en el espacio desarrollado por el Otro; pues hay que retirar este espejo para hacer entonces esta especie de espejo que se denomina sin duda, no por azar, de hechicera. Quiero decir esos espejos con una cierta concavidad que comporta en su interior un cierto número de otros concéntricos en los que ven nuestra propia imagen reflejada tantas veces como hay espejos en el grande. Está bien allí lo que ocurre.
Tienen presente en el fantasma lo que no puede ser definible, accesible más que por las vías de nuestra experiencia o quizás, -no lo sé, poco me preocupa además- por las vías de las experiencias a las que hacia alusión hace poco. Lo que constituye la naturaleza del objeto del deseo -y esto es interesante porque es una referencia lógica al objeto connotado, ceñido por los círculos de Euler - y el objeto de esta función que se denomina la clase. Les mostraré su estrecha relación estructural con la función de privación, quiero decir el primero de esos tres términos que articulé como privación, frustración y castración.
Solamente, lo que vela la verdadera función de la privación, aún cuando se pueda abordarla -es de allí que he partido para hacerles el es quema de las proposiciones universales y particulares. Recuerden cuando les dije: "Todo profesor es letrado" lo que no quiere decir que no haya más que un sólo profesor. La cosa es sin embargo siempre verídica. El resorte de la privación, de la privación como rasgo unario, como constitutivo de la función dé la clase, está allí suficientemente indicado.
Pero la función de la razón dialéctica -que disgusta a Levy-Strauss- quien cree que no es más que un caso particular de la razón analítica- es que justamente no permite aprehender sus estadios salvajes sino a partir de sus estadios elaborados. Sin embargo no quiere decir que la lógica de clases sea el estado salvaje de la lógica del objeto del deseo. Si se ha podido establecer una lógica de clases -les voy a pedir que consagremos nuestro próximo encuentro a este objeto- es porque estaba el acceso a lo que se rehusaba para una lógica del objeto del deseo; dicho de otro modo, es a la luz de la castración que puede comprenderse la fecundidad del tema privativo.
Lo que he querido solamente indicarles hoy, es que esta función que desde hace mucho tiempo había localizado para mostrárselas como ejemplar de las incidencias más decisivas del significante, aún las más crueles en la vida humana a cuando les decía: los celos, los celos sexuales exigen que el sujeto sepa contar. Las leonas de la pequeña tropa leonina que les peinaba en no sé qué zoológico, no estaban manifiestamente celosas una de otra, porque no sabían contar. Ahí palpamos algo: es que es bastante probable que el objeto tal como está constituido a nivel del deseo, es decir el objeto en función no de privación sino de castración, sólo este objeto puede verdaderamente ser numérico. No estoy seguro de que esto baste para afirmar que sea numerable, pero cuando les digo que es numérico, quiero decir que lleva el número con él, como una cualidad.
Se puede no estar seguro de cuál: allí son cinco en el esquema y siete en el texto; pero poco importa, no son seguramente 12. Cuando me aventuro en parecidas indicaciones, ¿qué es lo que lo permite?
Aquí ando sobre seguro, como en una interpretación arriesgada: espero la respuesta. Quiero decir que indicándoles esta correlación, les propongo que perciban todo lo que podrían dejar pasar sobre su confirmación o debilidad eventual en lo que se presenta, lo que se propone a ustedes.
Por supuesto pueden confiar en mí, he llevado un poquito más lejos el estatuto de esta relación de la categoría del objeto, el objeto del deseo, con la numeración,
Pero lo que hace que esté aquí sobre terreno firme es que puedo darme tiempo, contentarme con decirles que volveremos a ver esto más adelante sin que por eso sea menos legitimo indicarles allí una referencia cuyo estudio por vuestra parte puede esclarecer ciertos hechos. En todo caso bajo la pluma de Freud lo que vemos en este nivel es una imagen, la libido, nos dice, del sujeto, ha salido de la experiencia estallada, zersplittert,* zerstört.* *
* estilhaçado.
** destruído.
Mi querido amigo LECLAIRE no lee el alemán, no puso entre paréntesis el término alemán y no tuve tiempo para ir a verificarlo. Es lo mismo que el término de splitting, refendu (hendido, dividido); el objeto aquí manifiesto en el fantasma lleva la marca de lo que hemos llamado en varias ocasiones las hendiduras (refentes) del sujeto.
Lo que encontramos es seguramente aquí el espacio mismo topológico que define el objeto del deseo, es probable que ese número inherente no sea más que la marca de la temporalidad inaugural que constituye este campo.
Lo que carácteriza el doble, es la repetición, si se puede decir, radical; hay en su estructura el hecho de dos veces la vuelta y el nudo aquí constituido en esas dos veces la vuelta, es a la vez ese elemento temporal, porque en suma permanece abierta la cuestión de la manera en que el tiempo desarrollado que forma parte del uso corriente, en el que nuestro discurso se inserta; pero es también este término esencial por el que la lógica constituída aquí se diferencia de una manera totalmente verdadera de la lógica formal tal como ha subsistido intacta en su prestigio hasta Kant. Y está allí el problema: ¿de donde provenía este prestigio, dado su carácter absolutamente muerto aparentemente para nosotros? El prestigio de esta lógica residía enteramente en lo que nosotros mismos la hemos reducido, a saber, el uso de letras.
Las a minúsculas y las b minúsculas del sujeto y del predicado y de su inclusión recíproca: todo está allí. Esto no ha aportado nunca nada a nadie; esto no ha nunca hecho hacer el menor progreso al pensamiento, ha permanecido fascinatorio durante siglos como uno de los raros ejemplos dados de la potencia del pensamiento. ¿Por qué?
No sirve para nada, pero podría servir para algo. Bastaría -es lo que nosotros hacemos- restablecer lo hecho que es para ella el desconocimiento constitutivo: a = a, está allí, principio de identidad, he allí su principio. No diremos A el significante sino para decir que no es la misma A, el significante por esencia es diferente de sí mismo, es decir que nada del sujeto podría identificarse allí sin excluirse.
Verdad muy simple, casi evidente, que basta por sí sola para abrir la posibilidad lógica de la constitución del objeto en el lugar de esta splitting, el lugar mismo de esta diferencia del significante consigo mismo, en su efecto subjetivo.
Cómo este objeto [es] constituyente del mundo humano -puesto que lo que se trata de mostrarles es que lejos de tener la menor aversión por este hecho de evidencia psicológica de que el ser humano es susceptible de tomar como se dice sus deseos por realidades-, es allí que debemos seguirlo. Pues como tiene razón al comienzo, no es en ninguna otra parte que en el surco abierto por su deseo que puede constituir una realidad cualquiera que cae o no en el campo de la lógica.
La próxima vez retomaré desde aquí.
Tradução feita pela equipe da Escola Freudiana de Buenos Aires. Algumas modificações foram introduzidas, na sintaxe e na tradução, além das notas em português, por Luiz-Olyntho Telles da Silva.