Hemos
llegado al fin de este, año que he consagrado tanto a mi cuenta y
riesgo como al de ustedes, a esta cuestión del deseo y de su interpretación.
Han podido ver, en efecto, que es sobre la pregunta del lugar del deseo en
la economía de la experiencia analítica, que he permanecido
sin moverme de ello, ya que pienso; si que es desde acá que debe partir
toda interpretación particular de algún deseo.Esto no ha sido,
este lugar, fácil de delimitar. Hoy quisiera simplemente, en una rápida
conclusión, indicarles los grandes términos, los puntos cardinales
en relación a los cuales se sitúa esto a lo que hemos llegado
este año, espero, hacerles sentir esta importancia de la precisión
que hay que darle a esta función del deseo como tal ustedes saben,
la menor experiencia que pueden tener de los trabajos analíticos
modernos y especialmente de lo que está constituido por ejemplo por
una observación de análisis, les mostrará como trazo
constante —hablo de una observación cualquiera que les plazca comunicar—
en el momento analítico que vivimos y que comienza hace ya una veintena
de años, son casos que se nombran en relación a las neurosis
típicas de la vieja literatura, a los carácteres neuróticos,
a los casos límites en cuanto a la neurósis. ¿Qué
es lo que encontramos en el modo de abordaje del sujeto?. Tengo leído
sobre ello cierto número de casos en los últimos tiempos, para
hacer historia en el punto en lo que es la cogitación analítica
concerniente a lo que hace a lo esencial del progreso aplicado por la experiencia.
Y groseramente se puede decir que con una sorprendente constancia el estado
actual de los.............—un momento de análisis en el que estamos—
está dominado por el lado que toma sus palabras de orden, por la relación
de objeto. Converge hacia la relación de objeto. Lo que bajo esta
rúbrica se relacióna la experiencia kleniana se presenta más
como un síntoma que como un centro de difusión. Quiero decir
una zona donde ha sido particularmente profundizado todo lo que allí
se relacióna.
Pero funcionalmente uno cualquiera de los otros centros de organización
del pensamiento analítico que estructura la búsqueda no está
de tal manera funcionalmente alejado de ello. Porque la relación de
objeto viene a dominar toda la concepción que nos hacemos del progreso
del análisis. Esta no es una observación, que sea menos impactante
que aquellas que se ofrecen a nosotros en esta ocasión.
Sin embargo, en lo concreto de una observación reintegrada a los fines
de la ilustración de una estructura cualquiera en la cuál se
sitúe el campo de nuestro objeto nosológico, el análisis
parece proseguirse durante cierto tiempo sobre la línea de lo que
podríamos llamar normativación moralizante. No digo que es
en este sentido que suceda directamente la intervención del analista.
Es según el caso. Pero es en esta perspectiva que el análisis
en sí mismo toma sus indicaciones. La manera en la cual articula las
particularidades de la posición del sujeto en relación a lo
que lo rodea, a este objeto, serán siempre las de una apreciación
de esta aprehensión del objeto por el sujeto que está en análisis.
Y los.............. de esta aprehensión del objeto en función
de una supuesta normal de proximidad del Otro como tal, donde en suma nos
mostrará que el espíritu del analista se detiene esencialmente
sobre las degradaciones de esta dimensión del Otro que es marcado
como siendo en todo momento desconocido, olvidado, caído en el sujeto
de su propia condición de sujeto autónomo independiente del
Otro puro, del Otro absoluto. Es todo. Es un punto de referencia lo que vale
allí como Otro. Lo que es sorprendente no es esto sin embarco con
todos los presupuestos culturales que implica. Es un implícito en
lo que se puede llamar un sistema de valor, que por estar implícito
no por ello está menos presente acá. Lo que es sorprendente
es si se puede decir, la precipitación de cierto giro, que es que
después de haber elaborado largamente con el sujeto las insuficiencias
de su aprehensión afectiva en cuanto al Otro, vemos, en general, ya
sea que esto traduce directamente no sé qué vuelta del análisis
concreto, ya sea simplemente que esto sea por una especie de prisa para resumir
lo que manifiesta en el análisis los últimos términos
de la experiencia, vemos toda una articulación esencialmente moralizante
de la observación, caer bruscamente en una especie de piso inferior,
y encontrar este último término de referencia en una serie
de identificaciones extremadamente primitivas, aquéllas que, de cualquier
manera que se las nombre, sé aproximan siempre a la noción
de objetos buenos y malos , internos, introyectados, internalizados, o externos,
externalizados, proyectados. Hay siempre alguna propensión kleiniana
en esta referencia a las experiencias de identificación primordial.
Y el hecho de ,que esto sea enmascarado por la valorizacion de los últimos
resortes a los que están atribuidas las fijaciones, que se nombran
en esta oportunidad en términos más antiguos, en términos
de referencia instintual, en relación por ejemplo a un sadismo oral
como habiendo influido profundamente en la relación edípica,
y que el sujeto que motiva en última instancia este acuerdo del drama
edípico, la identificación edípica, es siempre algo
del mismo orden que trata de referirse al último término.
Son estas identificaciones últimas donde encontramos en suma todo
el desarrollo del drama subjetivo, en la neurosis, incluso en las perversiones;
son estas identificaciones que dejan en una profunda ambigüedad la noción
misma de la subjetividad. El sujeto aparece allí esencialmente como
identificación pudiéndoselo considerar como siendo este sí
mismo, más o menos. La terapéutica se presenta como un ordenamiento
de estas identificaciones en el curso de una experiencia que toma su.........
en una referencia a la realidad, en lo que el sujeto tiene en aceptar o en
rechazar de sí mismo, en algo que entonces tome un aspecto que puede
parecer extremadamente arriesgado ya que finalmente esta referencia a la
realidad no es más que una realidad. Y la realidad supuesta por el
análisis, finalmente, que vuelve bajo una forma aún más
implícita esta vez, aún más enmascarada, quizá
totalmente escabrosa. especialmente por implicar una normatividad ideal que
es, propiamente hablando la de los ideales del analista como siendo la medida
última en la cual se solicita reunirse la conclusión del sujeto;
es una conclusión identificatoria. Yo soy, finalmente, lo que reconozco
ser en Él, lo bueno y el bien, aspiro a conformarme en una normatividad
ideal, que por escondida, por implícita que esté, aún
después de tantos rodeos, yo reconozco por serme designada.
Lo que me esfuerzo por indicar aquí en este discurso que he continuado
frente a ustedes para estar así organizado en una especie de deslizamiento
progresivo a partir de la indicación freudiana primordial, es una
experiencia que encubre en ella de manera cada vez más enmascarada
la pregunta que creo es la pregunta esencial, sin la cual no hay allí
la justa apreciación de nuestra acción analítica, y
que es la pregunta por el lugar del deseo.
El deseo, tal como lo articulamos a efectos de llevarlo al primer plano de
nuestro interés, de manera no ambigüa, sino verdaderamente crucial,
la noción de aquello con lo que tenemos que ver, es una subjetividad.
El deseo ¿es o no subjetividad?. Esta pregunta no ha esperado al análisis
para ser planteada. Ella está desde siempre, desde el origen de lo
que podemos llamar la experiencia moral.
El deseo es a la vez subjetividad, es lo que está en el corazón
mismo de nuestra subjetividad, lo que es más esencialmente sujeto,
y al mismo tiempo lo más opuesto, que se opone allí como una
resistencia, como una paradoja, como un núcleo rechazado. Es a partir
de acá, he insistido allí muchas veces, que toda la experiencia
ética está desarrollada en una perspectiva al término
de la cual tenemos la fórmula enigmática de Spinoza, que el
deseo es la esencia misma del hombre. Enigmática en tanto que su fórmula
deja abierto esto: si lo que él define está bien, lo que deseamos
o lo que es deseable, deja abierta la cuestión de saber si esto se
confunde o no. Aún en el análisis la distancia entre lo que
es deseado o lo que es deseable está plenamente abierta. Que la experiencia
analítica se instaure y se articule. El deseo no es simplemente exilado,
rechazado al nivel de la acción y del principio de nuestra servidumbre.
¿Qué hay hasta acá?. Está interrogado como siendo
la llave misma, o el resorte en nosotros de toda una serie de acciones y
comportamientos que están comprendidos como representando lo más
profundo de nuestra verdad. Y acá está el punto máximo,
el punto de acmé donde a cada instante la experiencia...........¿Es
decir, como hemos podido creerlo durante largo tiempo, que este deseo del
que se trata es puro y simple recurso para un surgimiento vital?. Esta bien
claro que no es nada de eso, ya que desde el primer deletreo de nuestra experiencia,
lo que vemos es que en la medida que profundizamos este deseo, menos se confunde
con este impulso puro y simple. El se desompone, se desarticula en algo que
se presenta como siempre muy distante de una relación armónica.
Ningún deseo nos aparece en el ascenso regresivo que constituye la
experiencia analítica; más nos aparece como un elemento problemático,
disperso, polimorfo, contradictorio, bien lejos de toda coaptación
orientada.
Es entonces en esta experiencia del deseo a la que se trata de referirnos
como a algo que no podríamos dejar sin profundizar, en el punto en
que no podríamos dar algo que nos fije sobre su sentido, que nos evite
volvernos hacia lo que hay de absolutamente original, de absolutamente irreductible,
en la manera en la cual yo les dije se articula la experiencia analítica,
está hecho, este sentido del deseo, para nosotros velarlo. Esta
liberación de vías hacia el objeto en la experiencia de transferencia,
nos muestra de alguna manera que el negativo de esto de lo que se trata,
la experiencia de transferencia, si nosotros la definiéramos como
una experiencia de repetición, obtenida, por una regresión
dependiente de una frustración, deja de lado la relación fundamental
de esta frustración a la demanda. Sin embargo, no hay otra cosa en
el análisis. Y solamente esta manera de articular los términos
permitirá ver que la demanda regresa. porque la demanda elaborada,
tal como se presenta en el análisis, queda sin respuesta.
Pero de ahora en adelante un análisis, por una vía apartada
se compromete en la respuesta para guiar al analizado hacia el objeto de
dónde partió. Hay toda clase de increíbles ideas, uno
de cuyos ejemplos que yo he tenido para criticar muchas veces, está
constituido por el arreglo (réglage) de la distancia de la cual he
hablado ya que quizá juega más un papel aquí en el contexto
francés, este arreglo de la distancia del objeto, que, si puedo decir,
en sí solamente, muestra bastante en qué especie de impasse
contradictorio se compromete, en cierta vía, el análisis, cuando
se centra directamente sobre la relación de objeto, en tanto que seguramente,
toda relación cualquiera que sea, que de alguna manera nosotros debiéremos
suponerla normal, parece presuponer de una cierta distancia y que en verdad
podemos reconocer acá una especie de corta aplicación y tomando
a la verdad en contrasentido de cierta consideración sobre la relación
del estadio del espejo, sobre la relación narcisística en tanto
que tal, que han constituido en autores que han puesto en primer plano la
referencia de la acción analítica, que le han servido de "bagaje"
teórico para una época en la que no ha podido situarse el lugar
en referencias más largas.
De hecho toda clase de referencia de la experiencia analítica a algo
que, en último término, apoyaría sobre la pretendida
realidad de la experiencia analítica tomada como medida, como patrón
de lo que se trata de reducir en la relación transferencial todo lo
que pondrá también en el lugar complementario de esta acción
de deducción analítica de regular empuje, más o menos
analizado, más o menos criticado, una distorsión del yo (moi)
con la noción de esta..........................En referencia a esta
distorsión del moi, en referencia a esto que subsiste en la reducción
del análisis a una realidad, todo lo que se organiza en estos términos
no hace más que restaurar esta separación del médico
y del enfermo, sobre la cual está fundada toda una nosografía
clásica no es de ningún modo una objeción, sino la inoperancia
de una terapéutica subjetiva, que es la de la psicoterapia psicoanalítica,
se libra a la norma omnipotente del juicio del médico esto de lo cual
se trata en la experiencia del paciente, haciendo de la relación del
médico al paciente esto: a saber, sometiéndola a una estructuración
subjetiva, que es la de un semejante seguramente, pero de un semejante comprometido
en el error, con todo lo que esto comporta precisamente de distancia y de
desconocimiento imposible de reducir.
Lo que el análisis instaura es una estructuración intersubjetiva
que se distingue estrictamente de que pueda ser el sujeto, paciente, de nuestras
normas, y esto hasta los limites de la psicosis, de la locura, nosotros le
suponemos, pero no a este semejante al cual estamos ligados por lazos de
caridad, de respeto de nuestra imagen.
Sin duda es ésta una relación que tiene su fundamento en cuanto
a algo que constituye un progreso, seguramente que ha constituido un progreso,
y un progreso histórico en la manera cara a cara de comportarse del
enfermo mental. Pero e] paso que resulta decisivo, instaurado por el análisis,
es lo que nosotros consideramos esencialmente de su naturaleza, en su relación
con él, como un sujeto parlante, cualquiera sea su posición
en las consecuencias y los riesgos de una relación con la .............................................................
Esto basta para cambiar del todo nuestra relación con este sujeto
pasivo en el análisis. Porque a partir de esto, el deseo se sitúe
más allá del sentimiento de un acceso oscuro y radical como
tal, porque si consideramos este acceso, la pulsión, el grito, este
acceso para nosotros no vale, no existe, no está definido, no está
articulado por Freud más que como tomado en una secuencia temporal
de una naturaleza especial, esta secuencia que nosotros llamamos la cadena
significante, y cuyas propiedades, las incidencias sobre todo en que nosotros
tenemos que ver como empuje, como pulsión, la desconecta esencialmente
de todo lo que la define y la sitúa como vital, la vuelve esencialmente
separable de todo lo que la asegura en su consistencia viviente. Ella vuelve
posible, como lo articula desde el principio la teoría freudiana,
que el empuje este separado de su fuente misma, de su objeto, de su tendencia
si se puede decir. Ella esta separada de sí misma ya que es
esencialmente reconocible en esta tendencia que es bajo una forma inversa.
Ello está primitivamente, primordialmente, descomponible, descompuesta,
es decir en una descomposición significante. El deseo no es está
secuencia, es un punto de referencia del sujeto en relación a esta
secuencia en que se refleja en la dimensión del deseo del Otro. Tomemos
un ejemplo. Tomémoslo bajo la forma más primitiva de lo que
nos es ofrecido por la experiencia analítica, la relación del
sujeto con lo nuevo llegado en la constelación familiar lo que nosotros
llamamos una agresión en esta ocasión no es una agresión,
es un deseo anhelo (souhait) de muerte, es decir, tan inconsciente le suponemos,
es algo que se articula: "que muera" (qu'il maure).Y es algo que no se concibe
más que en el registro de la articulación, es decir, allá
donde los significantes existen. Es por lo tanto, en términos significantes,
tan primitivos como los suponíamos de la agresión frente a
frente del semejante rival, que la agresión del semejante rival se
articula. El pequeño semejante se libra con agresiones, mordidas,
incluso los rechaza fuera del recinto donde pueden acceder a su alimento.
El pasaje de la rivalidad primitiva en el inconsciente está ligado
al hecho de que a algo tan rudimentario como suponíamos se articula
lo que no es esencialmente diferente por su naturaleza de la articulación
hablada: "que muera" (qu'il maure). Y es por esto que esto de que él
muera quiere permanecer por debajo del es bello (qu'il est bean) o del Lo
amo (je l'aime) que es el otro discurso que se superpone al precedente. Es
en el intervalo de estos dos discursos que se sitúa esto que llamamos
deseo, es en el intervalo que se constituye, si uds. quieren lo que la dialéctica
kleiniana ha articulado como siendo el objeto malo, y en el cual vemos converger
la pulsión rechazada por un lado, y el objeto introyectado en una
ambigüedad parcial. Sin embargo, es de la manera en la cual se estructura
esta relación en el intervalo, esta función imaginaria en tanto
ella es................................Y la cadena patente, manifiesta, es
aquí que estamos llamados esencialmente a precisar lo que conviene
salvar en la articulación para saber a qué nivel se sitúa
el deseo.
El deseo, ustedes han podido pensar, sugerir, en tal o cual ocasión,
yo le otorgo en ello una concepción falocéntrica. Es seguramente,
muy evidente que el falo juega allá un rol absolutamente esencial,
pero ¿cómo verdaderamente comprender esta función del
falo si no está en el interior de los puntos de referencia ontológicos
que son aquellos que aquí tratamos de introducir. ¿Cómo
concebir el uso que ha hecho del falo, Melanie Klein?. Quiero decir, al nivel
más primero, más arcaico de la experiencia del niño.
Es a saber en el momento en que el niño está tomado en tal
o cual dificultad del desarrollo que pueden ser en ocasión severas.
En una primer vuelta Mme Melanie Klein le interpretará este pequeño
juguete que él manipula y que va a hacer tocar tal otro elemento de
la............, del juego con lo cual la experiencia se instaura en él
diciendo: esto es el pene de papá. Y de hecho no importa quien no
puede permanecer, por lo menos si viene desde afuera, en tal experiencia,
un poco sorprendido por la audacia perfectamente brutal de la intervención.
Pero más aún por el hecho de que en fin de cuentas esto prende.
Quiero decir que el sujeto puede en ciertos casos seguramente resistir, pero
si resiste es seguramente como Melanie Klein no duda de ello, que algo está
acá en juego, acerca de lo cual no hay de ninguna manera lugar para
desesperar en cuanto a la comprensión futura, y Dios sabe si ella
se permite en la ocasión (se me han relatado experiencias todas vistas
desde afuera, pero referidas de una manera muy fiel) insistir. Está
claro que el símbolo fálico entra en el juego en este período
ultra precoz como si el sujeto no esperara más que eso.Que Mme. Melanie
Klein justifique este falo como siendo él modelo de un simple.........
más manejable y más cómodo, podemos verlo como una singular
petición de principios.Lo que en nuestro registro, en nuestro vocabulario
permanece, y justifica una intervención parecida no puede expresarse
más que en estos términos, el sujeto no acepta, en todo caso
es manifiesto, este objeto (del cual no tiene en la mayor parte de los casos
más que la experiencia más indirecta) más que como significante:
es como significante que la incidencia de este falo se justifica de la manera
más clara si el sujeto lo toma por tal a la edad en que quizá
la cuestión permanece indiscernible. Pero seguramente si Melanie Klein
toma, este objeto, que ella lo sepa no es porque no tiene nada mejor como
significante del deseo, en tanto es decir del decir del otro. Si hay algo
que el falo significa —quiero decir en la posición de significante—
es justamente esto: es el deseo del Otro. Y es por lo cual va a tomar
su lugar privilegiado al nivel del objeto. Pero creo que lejos de extendernos
en esta posición falocéntrica, como aquello que sostiene en
la apariencia lo que estoy tratando de articular, esto nos permite ver dónde
está el verdadero problema. El verdadero problema es este: el objeto
con el cual nosotros tenemos que ver desde el origen, concerniente al deseo,
En ningun grado este objeto preformado, este objeto de la satisfacción
instintual, este objeto destinado a satisfacer en no sé que preformación
vital al sujeto como su complemento instintual, ( objeto del deseo) no es
absolutamente distinto de esto que es: es el significante del deseo de deseo.
El objeto como tal, el objeto a, si uds. quieren, del grafo, es como tal
el deseo del Otro en tanto yo diré, alcanza si el término tiene
sentido, al conocimiento de un sujeto inconsciente.Es decir, es, seguramente,
en relación a ese sujeto. en la posición contradictoria: el
conocimiento de un sujeto inconsciente. Esto no es para nada impensable.
Pero es algo abierto. Esto quiere decir que alcanza a algo del sujeto inconsciente,
llega allí en tanto es deseo (voeu) de reconocerlo, es significante
de su reconocimiento. Es lo que esto quiere decir. Es que el deseo no tiene
otro objeto que el significante de su reconocimiento. El carácter
del objeto en tanto es el objeto del deseo, debemos entonces ir a buscarlo
allá donde la experiencia humana nos lo designa bajo la forma más
paradojal.;he nombrado lo que llamamos comúnmente el fetiche, este
algo que está siempre más o menos implícito en todo
lo que hace comúnmente a los objetos de intencambio humano, pero acá
sin duda enmascarado por el carácter regular, o regularizado de estos
intercambios.Hemos hablado del lado fetiche de la mercancía, y después
de todo no hay acá algo que sea simplemente un hecho de homofonía.
Hay seguramente una comunidad de sentidos en el empleo de la palabra fetiche,
pero para nosotros lo que debe poner en el primer plano el acento que debemos
conservar concerniente al objeto del deseo este algo que lo define desde
el principio y ante todo como estando adaptado al material significante.
He visto al diablo la otra noche, dice en alguna parte Paul Jean Toulet,
y bajo su pellejo él pasaba sus dos.... Esto termina: No caen todos
de una vez los puntos de la ciencia. Y así como no caen todos, también
es así para nosotros en esta ocasión, en que nos apercibimos
que lo que importa no es tanto sus puntos ocultos como el espejismo presente
en el deseo, precisamente su pellejo; el fetiche se carácteriza por
esto que es el pellejo, el fleco, el perendique (franfreluche), la cosa que
esconde, que se sostiene precisamente en esto de que no hay nada que no esté
más designado por la función del significante, que esto de
lo que se trata, a saber, del deseo, del deseo del Otro, es decir, aquello
con lo cual tiene que ver el niño primitivamente en su relación
al sujeto de la demanda, es de saber lo que es, por fuera de la demanda,
este deseo de la madre que como tal él no puede descifrar en la manera
más virtual a través del significante que nosotros analistas,
aunque hagamos a nuestro discurso nuestras relaciones con esta medida común,
en este punto central de la patria significante, que es el falo, no hay ninguna
otra cosa que este significante del deseo de deseo.El deseo no tiene otro
objeto que el significante de su reconocimiento. Y es en este sentido que
nos permite concebir esto que pasa, eston en ].o cual somos nosotros mismos
los engañados, cuando nos damos cuenta que en esta relación
sujeto—objeto, en el nivel del deseo, el sujeto pasó al otro lado.
Pasa de nivel debido justamente a que este ultimo término no es en
sí mismo más que el significante de este reconocimiento, no
es más que el significante del deseo de deseo.Pero justamente lo que
importa mantener es la oposición a partir de la cual se opera este
cambio, a saber el agrupamiento $ frente de a de un sujeto, sin ninguna duda
imaginario, pero en el sentido más radical, en el sentido en que es
puro sujeto de........... del corte, hablado, en tanto el corte es la escansión
esencial donde se edifica la palabra El agrupamiento de este sujeto con un
significante ¿qué es qué? no es otra cosa que el significante
del ser al cuál está confrontado en sujeto en tanto ser, está
en sí mismo, marcado por el significante.Es decir que el a, el objeto
del deseo, en su naturaleza es un residuo, un resto. Es el residuo que deja
el ser al cual el sujeto parlante está confrontado como tal, en toda
posible demanda. Y es por esto que el objeto alcanza (rejoint) lo real. Es
por esto que participa de ello digo lo real, y no la realidad porque la realidad
está constituida por todos los cordeles (licol—licou= cordel que se
ata a la cabeza del caballo) que el simbolismo humano, de manera más
o menos perspicaz, pasa al cuello de lo real en tanto hace de ello los objetos
de su experiencia.Remarquemos, lo propio de los objetos de la experiencia
es precisamente dejar de lado, como diría M. de la Palisse, todo lo
que en el objeto allí escapa. Es por esto que contrariamente a lo
que se cree, la experiencia —la pretendida experiencia— está doblemente
cercenada.El objeto del cual se trata en tanto alcanza lo real, participa
en esto de que lo real se presenta allí justamente como lo que resiste
a la demahda, lo que yo llamaría lo inexorable.El objeto del deseo
es lo inexorable como tal, y si alcanza lo real, este real al cual hago alusión
en el momento en que hacemos el análisis de Schrebter, es bajo esta
forma de lo real........... es inexorable, esta forma de lo real que se presenta
en esto que vuelve siempre al mismo lugar. Y es por lo cual que hemos..........
el prototipo de esto en los astros, curiosamente.Cómo explicaríamos
de otra manera la presencia, en el origen de la experiencia cultural, de
este interés por el objeto verdaderamente menos interesante que existe
por lo que tiene de vital, es decir, las estrellas. La cultura y la posición
del sujeto como tal en el dominio del deseo, en tanto este deseo se instaura,
se instituye profundamente en la estructura simbólica como tal.Esto
se explica porque toda la realidad es puramente real a partir de una sola
condición, es que el pastor en su soledad comienza a observar esto
que no tiene otro interés que de ser localizado como volviendo siempre
al mismo lugar. He aquí entonces a donde llegamos en esto: es plantear
que el objeto del deseo se define fundamentalmente como significante. Como
significante de una relación que en sí misma es una relación
de alguna manera indefinidamente repercutida (repercute). El deseo, si es
deseo del deseo de]. Otro, se abre sobre el enigma de lo que es el deseo
del Otro como tal. El deseo del Otro como tal está articulado y estructurado
fundamentalmente en la relación del sujeto con la palabra, es decir
en la desconección de todo lo que es en el sujeto vitalmente.Este
deseo es el punto central, el punto pivote de toda la economía con
la que tenemos que ver en el análisis. No mostrando esa función
somos llevados necesariamente a encontrar referencias sólo en lo que
está efectivamente simbolizado bajo el término de realidad.
Realidad existente de contexto social. Y parece desde allí que desconocemos
otra dimensión en tanto, sin embargo, ella está introducida
en nuestra experiencia, reintegrada en la experiencia humana, y especialmente
por el freudismo como absolutamente esencial.Aquí toman su valor los
hechos sobre los cuales me he apoyado muchas veces, aquello en lo cual. desemboca
en el análisis toda intervención que tiende a la experiencia
transferencial en relación a lo que se llama esta realidad tan
simple, esta realidad actual de la sesión analítica, como si
esta realidad no fuera el artificio mismo, es decir, la condición
en la cuál deben producirse por parte del sujeto todo lo que tenemos,
sin duda, que retomar, pero ciertamente no reducir a ninguna realidad que
sea inmediata. Y es porque muchas veces insistí bajo diferentes formas
sobre el carácter común de lo que se produce cada vez que las
intervenciones del analista, de una manera insistente en demasía,
incluso demasiado brutal, pretenden probar en esta reactualización
de una relación objetal considerada como típica en la realidad
del análisis, lo que se produce como una constante de la cual debo
decir que si tantas observaciones testimonian de ello, no parece que los
analistas hayan hecho siempre la identificación.Sea lo que fuere el
objeto aquí de nuestra crítica, la famosa observación
que está en el boletin de los analistas belgas al cual me he referido
una vez, me refiero de nuevo a él, en tanto encuentro allí
una comprobación notable en uno de los articulos de Clover, precisamente
aquel que está alrededor de lo que él mismo trata ya de plantear
con la función de la perversión en relación con el sistema
de la realidad del sujeto.No se puede otra cosa que estar golpeado por esto:
en tanto la analista es mujer, yo apunté en esto la primera observación,
ya que es ella la autora de esto, a propósito de los fantasmas del
sujeto. Es decir fantasmas que el sujeto elabora de acostarse con ella.Ella
le responde textualmente esto: usted tiene miedo de algo que sabe no llegará
jamás. Tal es el estilo en el cual se presenta la intervención
analitica marcando en esta ocasión algo que allí no tiene lugar
de calificar, concerniente a las motivaciones personales del analista.Sin
ninguna duda ellas están justificadas para el analista. Y la analista
era una analista que ha sido controlada por alguien que es precisamente alguien
a quien he hecho alusión en mi discurso de hoy, concerniente a la
temática de la distancia.:Está claro que sea quien fuere que
represente tal intervenciónen relación a la analista, tratará
en ello de justificarla en una justa aprehensión de la realidad, a
saber de las relaciones de los objetos en presencia. Es cierto que la relación
es decisiva y que es inmediatamente después que se desencadena lo
que hace el objeto de la comunicación, a saber, este retoño
(rejet), esta especie de rebatido (sur jet) brutal en el sujeto, en un sujeto
que puede ser que no esté muy bien calificado desde el punto de vista
diagnóstico, que nos pareció seguramente más próximo
al esbozo de ilusión paranoide que verdaderamente una fobia. Este
sujeto llega absolutamente avergonzado por una gran vergüenza de su................
, y hay acá toda una serie de temas cercanos a la.despersonalización
a los cuales yo no les daría demasiada importancia.Lo que es cierto
es que es una neoformación.,en principio es el objeto de la observación,
ver a este sujeto librarse a lo que llamamos la perversión transitoria,
es decir, precipitarse hacia el punto geográfico donde ha encontrado
las circunstancias particularmente favorables a la observación a través
de una abertura (fente)j de las personas, especialmente femeninas, en un
cine, cuando ellas están satisfaciendo sus necesidades urinarias.Este
elemento que hasta acá no había tenido ningún lugar
en la síntomatología sólo nos parece interesante por
la razón de que en la página 494 del International Journal,
vol . 14, ,article 9, de la perversión, formación y es decir
el artículo de Glover sobre las funciones de la perversión,
en presencia de un sujeto muy cercano del precedente en este sentido que
Glover lo diagnostica más bien paranoide, pero que nosotros, inversamente,
uniríamos de buen grado a una fobia. Glover, en razón de intervenciones
sin ninguna duda análogas, realiza, produce una puesta en escena análoga
a una explosión perversa transitoria y ocasional. No hay una diferencia
esencial entre estos dos casos y es sobre lo cual yo he puesto el acento
en el discurso sobre Ia función de la palabra y el campo del lenguaje,
es la intervención de Ernest Kris relativa a su temor fóbico
al plagio, que explica que él no es para nada un plagiario, mediante
lo cual el otro se arroja fuera y demanda un plato de sesos frescos para
la alegría del analista quien ve allí una reacción verdaderamente
para su intervención, pero de la cual podemos decir que bajo una forma
atenuada, esto representa la reacción, la reforma de la dimensión
propia del sujeto, cada vez que la intervención trata de reducirla,
de colapsarla, de comprimirla en una pura y simple reducción a los
datos que llamamos objetivos, es decir, a los datos coherentes con los prejuicios
del analista.Si uds. me permiten terminar con algo que introduce el lugar
en el cual nosotros analistas debemos situarnos en esta relación al
deseo: es algo que seguramente no puede ir, si no nos hacemos una cierta
concepción coherente de lo que es justamente nuestra función
en relación a las normas sociales estas normas sociales, si
hay una experiencia que debe enseñarnos cómo son de problemáticas,
cuánto deben ser interrogadas cuánto su determiación
se sitúa en otra parte que en su función de adaptación,
parece que esto concierne al analista.Si en esta experiencia del sujeto lógico
que es la nuestra, descubrimos esta dimensión siempre latente, pero
también siempre presente, que se sostiene bajo toda relación
intersubjetiva, y que se encuentra en una relación de interacción,
de cambio con todo lo que de acá se cristaliza en la estructura social,
debemos llegar poco después a la concepción siguiente.Es que
llamaremos a algo cultura ,no dependo de esta palabra, yo sostengo que allí
incluso es poco fuerte; es que yo designo por esto cierta historria del sujeto
en su relación al logos, de lo cual seguramente la instancia ha podido
durante largo tiempo permanecer enmascarada en el corazón de la historia,
donde es difícil no ver en la época en que vivimos es por esto
que el freudismo existe, qué hiancia, qué distancia representa
en relación a cierta inercia social.La relación de lo que sucede
entre la cultura y la sociedad podemos provisoriamente definirla como algo
que se expresaría bastante bien en una relación de entropía.
En tanto algo se produce de lo que cura de la cultura en la sociedad que
incluye siempre cierta función de desagregación, lo que se
presenta en la sociedad como cultura, dicho de otra manera, por trasladar
lo que sea a diversos títulos, encajada en cierto número de
condiciones estables, también latentes, que son esta forma confesional,
forma de locura; el Nan es lo loco, en lo que constituye el texto de la vida
social más común y la más ordinaria.De suerte que podríamos
decir que algo se instaura como un circuito que gira entre lo que podríamos
llamar conformismo, o forma conformé socialmente, actividad llamada
cultural —acá la expresión se vuelve excelente para definir
todo lo que de la cultura se devuelve y se aliena en la sociedad—.Aquí,
al nivel del sujeto lógico, la perversión en tanto ella representa
por una serie de degradaciones, todo lo que en la conformización se
presenta como protesta en la dimensión propiamente hablando del deseo,
en tanto que es relación del sujeto a su ser; está aquí
esta famosa sublimación de la cual comenzaremos quizá a hablar
el año próximo, ya que en verdad seguramente la noción
más extrema, la más justificada de todo aquello que estoy tratando
de avanzar ante uds., la noción de sublimación, aportada por
F eud.¿Qué es esto en efecto? ¿Qué podría
ser si nosotros con Freud pudiéramos definirla como una actividad
sexual en tanto está desexualizada?. ¿Como podemos asimismo
concebir —porque acá no se trata más del origen (source), ni
de dirección de la tendencia, ni de objeto, se trata de la naturaleza
misma de lo que llamamos en esta ocasión energía interesada.................................donde
él trata de abordar con sus preocupaciones críticas la noción
de sublimación.Que es esta noción, si no podemos definirla
como la forma misma en la cual se cuela (se coule) el deseo, ya que justamente
lo que se les indicó es que ella puede vaciarse de la pulsión
sexual en tanto tal, ,o más exactamente que la noción misma
de pulsión lejos de confundirse con la sustancia de la relación
sexual, es esta forma en que ella es juego del significante, que normalmente
puede reducirse a este puro juego del significante. Es de esta manera como
podemos definir la sublimación. Es este algo por el cual, como yo
he escrito en alguna parte, pueden equivalerse el deseo y la letra. Sin embargo,
aquí podemos ver (en punto también paradojal, que la perversión,
es decir, bajo su forma más general, lo que en el ser humano resiste
a toda normalización) producirse este discurso, esta aparente elaboración
en vacío que llamaremos sublimación, que es algo que en su
naturaleza, en sus productos es distinto de la normalización social
que le es dada ulteriormente, estas dificultades que hay para adherir al
término de sublimación la noción de valor social, son
particularmente bien valoradas en este artículo de Glover del que
les hablo.Sublimación como tal, es decir en el nivel del sujeto lógico,
donde se despliega, o se instaura, donde se instituye todo este trabajo que
es propiamente hablando el trabajo creador en el orden del logos. Y es acá
que llega más o menos a insertarse, más o menos en el nivel
social a encontrar su lugar, lo que llamamos actividad cultural, y todas
las incidencias y los riesgos que ella comporta, hasta comprender allí
las reformas, incluso el estalido de conformismos anteriormente instaurados.Es
en el circuito cerrado que constituirían estos cuatro términos
que podríamos, al menos provisoriamente, indicar algo, que debe para
nosotros dejar en su plano propio, en su plano animador esto de lo cual se
trata concerniente al deseo. Aquí desembocamos sobre el mismo problema,
sobre el cual los he dejado el ultimo año a propósito del Congreso
de Rayaumont.Este deseo del sujeto, en tanto que deseo de deseo, abre sobre
el corte, sobre el ser puro, aquí manifestado bajo su forma de falta
(manque). Este deseo del deseo del Otro ¿es al fin de cuentas aquel
deseo que va a afrontarse en el análisis, deseo del analista?.
Es precisamente esto por lo cual es de tal manera necesario que mantengamos
frente a nosotros esta dimensión sobre la función del deseo.
El análisis no es una simple reconstitución del pasado, no
es tampoco una reducción a normas preformadas, no es un épos,
no es un éthos, si yo lo comparara con algo, es con un relato que
sería tal que el relato mismo sea el lugar del reencuentro del que
se trata en el relato. El problema del análisis es justamente el del
deseo que el sujeto tiene para reencontrar, que es este deseo del Otro, nuestro
deseo, este deseo que está presente sólo en lo que el sujeto
supone que le demandamos, este deseo se encuentra en esta situación
paradojal................¿Cómo puede esta situación
ser sostenida?. Ella no puede ser seguramente sostenida sino por el mantenimiento
de un artificio que es el de toda regla analítica.Pero el ultimo resorte
de este artificio ¿es que no hay allí algo que nos permita
agarrar donde puede en el análisis esta abertura sobre el corte que
es aquella sin la cual no podemos pensar la situación de deseo?.Como
siempre es seguramente a la vez la verdad más trivial y la verdad
más escondida. Lo esencial en el análisis de esta situación
en que nos encontramos, ser aquel que se ofrece como soporte para todas las
demandas y que no responde a ninguna ¿es que es solamente en esta
no respuesta que está bien lejos de ser una respuesta absoluta, que
se encuentra el resorte de nuestra presencia?.¿Es que nosotros no
debemos hacer una parte esencial, en esto que es inmanente a toda la situación
misma en tanto nuestro deseo deba limitarse a este vacío, a este lugar
que dejamos al deseo, para que se sitúe allí en el corte?.
En el corte que es sin duda el modo más eficáz de la intervención
y de la interpretación analítica. Y es una de las cosas sobre
las cuales deberíamos insistir más, en este corte que hacemos
mecánico, que hacemos limitado a un tiempo prefabricado. Es uno de
los métodos más eficaces de nuestra intervención, es
también uno de los que debiéramos aplicar más. Pero
en este corte hay algo, esta misma cosa que hemos aprendido a reconocer bajo
la forma de este objeto fálico latente en toda relación de
demanda, como significante del deseo.Me gustaria para poder terminar nuestra
lección de este año, hacer, no se qué referencia de
lo que inaugurará nuestras lecciónes del año próximo,bajo
la forma de una prelección, concluir con una frase que yo les propondría
en enigma, en lo que se verá si están mejor en el desciframiento
de los lapsus burlescos de contraposiciónde letras (cobtrepéteríes)
de lo que yo no he constatado eh el curso de experiencias hechas sobre personas
que me visitaron.Un poeta, Desiré Viardt en una revista en Bruselas,
hacia 51, 52, bajo el título de Fantomas, ha propuesto este pequeño
enigma cerrado —vamos a verlo bajo un grito de asistencia que nos va a mostrar
enseguida la llave— : "la mujer tiene en la piel un grano de fantasía",
este grano de fantasía que es seguramente del que se trata finalmente
en lo que modula y modela, las relaciones del sujeto con aquel a quien demanda
cualquiera que sea, y sin duda esto no es más que en el horizonte
hayamos encontrado el sujeto que contiene todo, la madre universal, y que
podamos en la ocasión equivocarnos sobre esta relación del
sujeto en torno a lo que le sería librado por los arquetipos analíticos.
Pero es otra cosa de lo que se trata. Es de la abertura, de la hiancia sobre
esto radicalmente nuevo que introduce el corte de la palabra (parole).Aquí
no es solamente desde la mujer que vamos a desear (souhaiter) este grano
de fantasía o este grano de poesía, es del análisis
mismo.
Tradução ao espanhol pela Escola
Freudiana de Buenos Aires.