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EL ACTO PSICOANALÍTICO
SEMINÁRI0 15
JACQUES LACAN
Clase 1. del 15 de Noviembre
de 1967
Elegí este año como tema el; acto psicoanalítico. Una
extraña pareja de palabras, que, a decir verdad, hasta ahora no está
en uso.
Los que vienen siguiendo desde hace un cierto tiempo lo que yo enuncio acá
posiblemente no se asombren de lo que introduzco con esos dos términos
sobre los que se cerró mi discurso del año pasado, el interior
de esta lógica del Fantasma, cuyos lineamientos traté de aportar
acá: los que me han escuchado hablar con un cierto tono y en dos registros
de lo que puede, de lo que debe querer decir el término igualmente
apareado del acto sexual, pueden sentirse, de algún modo, ya introducidos
en esta dimensión que representa el acto psicoanalítico.
Sin embargo tengo que hacer como si una parte de esta reunión no supiera
nada e introducir hoy lo que resulta de este empleo que propongo.
El psicoanálisis. Se entiende, al menos en principio, se supone por
el hecho de que ustedes están acá para escucharme que el psicoanálisis,
eso hace algo. Eso hace. Eso no alcanza. Es esencial; está en el punto
central, es la visión poética, propiamente dicha de la cosa.
La poesía también, eso hace algo. He remarcado por otra parte,
al pasar, por haberme interesado un poco estos últimos tiempos en
ese canto de la poesía, que se han ocupado bien poco de lo que "eso
hace" y a quién, y especialmente —¿por qué no?— a los
poetas.
Quizás, preguntárselo sería una forma de introducción
a lo que hay del acto en la poesía. Pero no es asunto nuestro hoy
puesto que se trata del psicoanálisis que hace algo, pero ciertamente,
no en el nivel, en el plano, en el sentido de la poesía.
Si tenemos que introducir y muy necesariamente a nivel del psicoanálisis
la función del acto, es en tanto que ese hacer psicoanalítico
implica profundamente al sujeto. Que a decir verdad, y gracias a esta dimensión
del sujeto que renueva para nosotros completamente lo que puede ser enunciado
del sujeto como tal y que se llama el inconsciente, este sujeto en el psicoanálisis,
es, como ya lo he formulado, puesto en acto
Les recuerdo que esta fórmula, ya la he adelantado a propósito
de la transferencia, diciendo en una época ya antigua, y a un nivel
de formulación todavía aproximativa, que la transferencia no
es otra cosa que la puesta en acto del inconsciente. Lo repito, no es más
que una aproximación y lo que vamos a desarrollar este año,
sobre esta función del acto en el psicoanálisis, nos permitirá
aportar una precisión digna de los numerosos pasos, espero que algunos
decisivos, que hemos podido dar desde entonces.
Aproximémonos simplemente por la vía de una cierta evidencia.
Si nos atenemos a ese sentido que tiene la palabra acto que puede constituir
—¿en relación a qué? dejémoslo de lado— puede
constituir un paso, es seguro que encontramos el acto al principio de un
psicoanálisis. Es a pesar de todo una cosa que merece el nombre de
acto de decidirse, con todo lo que esto implica, a hacer lo que se llama
un psicoanálisis. Esta decisión implica un cierto compromiso,
encontramos acá todas las dimensiones que comúnmente son atribuidas
al uso común, al empleo corriente de esta palabra acto.
Hay también un acto que puede calificarse como el acto por el cual
un psicoanalista se instala en tanto que tal, he aquí aún algo
que merece el nombre de acto, incluso hasta que ese acto pueda inscribirse
en alguna parte: Fulano de tal, psicoanalista. En verdad tampoco parece insensato,
desmesurado, fuera de tema, hablar de acto psicoanalítico de la misma
manera que se habla de acto médico. ¿Qué es el acto
psicoanalítico en este concepto? Podría decir que puede inscribirse
bajo esta rúbrica en el registro de la Seguridad Social. ¿El
acto psicoanalítico es la sesión por ejemplo? También
se puede preguntar en qué consiste, en qué clase de intervención,
porque después de todo no se prescribe una receta. ¿Qué
es propiamente hablando el acto psicoanalítico, es la interpretación?
¿O es el silencio? O lo que sea que ustedes quieran designar entre
los instrumentos de la función.
Pero, en verdad, estos son enfoques, que no nos permiten avanzar nada y pasando
el otro extremo del punto de apoyo que podemos elegir para presentar, para
introducir al acto psicoanalítico, remarcaremos que, en la teoría
psicoanalítica precisamente se habla. Por otra parte no estamos todavía
en condiciones de especificar este acto de una manera tal que podamos de
alguna manera poner su límite con eso que se llama en términos
generales, y a fe mía, usual en esta teoría analítica:
la acción.
De la acción se habla mucho y juega un rol, un rol de referencia por
otra parte singular puesto que además para tomar el caso: la utilizan
con un gran énfasis, a saber cuando se trata de dar cuenta, quiero
decir teóricamente y en un campo bastante amplio, los teóricos
que se expresan en términos analíticos para explicar el pensamiento
como por una suerte de necesidad de reaseguro, este pensamiento del que,
por razones con las cuales tendremos que ver, no se quiere hacer una entidad
que parezca demasiado metafísica, se intenta dar cuenta de este pensamiento
sobre un fundamento que en esta ocasión se espera que sea más
real, y se nos explicará el pensamiento como representando algo que
se motiva, que se justifica por su relación con la acción,
por ejemplo bajo la forma de eso que es una acción más reducida,
una acción inhibida, una acción esbozada, un pequeño
modelo de acción, incluso hay en el pensamiento algo así como
una suerte de gustación de lo que podría ser la acción
que este supondría o que hace inminente.
Estos discursos son corrientes, no tengo necesidad de ilustrarlos con citas,
pero si alguien quiere ver más detenidamente lo que yo dejo entender,
evocaré no solamente un célebre artículo sino todo un
volumen escrito al respecto por Rappoport, psicoanalista de la Sociedad de
New York.
Lo impactante es que seguramente para quien se introduce sin prejuicios en
esta dimensión de la acción, la referencia en este caso no
me parece más clara que eso a lo que uno se refiere y que aclarar
el pensamiento por la acción supondría quizá, que en
primer lugar se tenga una idea menos confusa que las que en esas ocasiones
se manifiestan sobre lo que constituye una acción a pesar de que una
acción parece, si lo meditamos un instante, suponer en su centro la
noción de acto.
Sé bien que hay una forma que es además aquella en la cual
se enganchan, yo diría, se apoyan enérgicamente los que tratan
de formular las cosas en el registro que acabo de mencionar, o sea identificar
la acción a la motricidad.
Tenemos que hacer al principio de lo que introducimos una operación,
llámenla como quieran, elucidación, simple barrido, pero es
esencial.
En efecto, es bien sabido y después de todo, Dios mío,, por
qué no aceptable, que se quiere aplicar acá de una manera admitida,
como de rutina, el hacer o simplemente fingir obedecer a la regla de no explicar
lo que se sigue llamando, por otra parte no siempre con fundamento, lo superior
y lo inferior, de no, digo yo, explicar lo inferior por lo superior y como
se dice —no se sabe muy bien por qué— que el pensamiento es lo superior
a partir de este inferior que sería la forma más elemental
de respuesta del organismo, a saber ese famoso círculo cuyo modelo
nos han dado bajo el nombre de arco reflejo, a saber el circuito que llaman
según los casos estímulo-respuesta cuando se es prudente, pero
que se identifica a la pareja excitación sensorial, cualquiera que
sea, y desencadenamiento motor que juega acá el rol de respuesta.
Más allá de que, en ese famoso arco, es más que seguro
que la respuesta no es forzosa y obligatoriamente motriz, y que por lo tanto,
si por ejemplo es excretora, incluso secretora —que la respuesta sea que
eso moje— pues bien la referencia a ese modelo para situar, para tomar el
punto de partida, el fundamento de la función que llamamos acción,
parece con seguridad mucho más precaria.
Por lo demás, se puede ver que si no abrochamos la respuesta motriz
más que a la relación definida por el arco reflejo esta respuesta
tiene verdaderamente, muy escasos méritos para darnos el modelo de
lo que se puede llamar una acción, puesto que lo que es motor a partir
del momento en que ustedes lo insertan en el arco reflejo, aparece además
como un efecto pasivo, como una pura y simple respuesta al estímulo
y la respuesta no implica otra cosa que un efecto de pasividad.
La dimensión que se expresa en una cierta manera de concebir la respuesta
como una descarga de tensión, término que es igualmente corriente
en la energética psicoanalítica, nos presentaría pues
acá la acción como nada más que una consecuencia, incluso
una fuga consecutiva a una más o menos intolerable, digamos sensación,
en el sentido más amplio de estímulo, en la medida en que hagamos
intervenir otros elementos, los que, ustedes saben, la teoría analítica
introduce bajo el título de estímulo interno.
Henos aquí, pues, evidentemente en la situación de no poder
ubicar al acto por esta referencia ni a la motricidad ni a la descarga, sino
por el contrario, a partir de ahora tenemos que preguntarnos, por qué
razón la teoría tiene y manifiesta todavía una inclinación
tan grande a utilizarlas como apoyo para encontrar el orden original donde
se instauraría, de donde partiría, donde se instalaría
como un doblaje el del pensamiento.
Queda claro que sólo hago este repaso porque vamos a valernos de él.
Mucho de lo que se produce en el orden de la elaboración, tan paradójico
como se presenta visto desde cierto punto, nos deja sin embargo la idea de
que alguna motivación hay aquí que sostiene esta paradoja y
que de esta motivación misma —este es el método al que el psicoanálisis
no falta jamás— podemos sacar algún fruto.
Que la teoría analítica se apoye ocasionalmente sobre algo
que precisamente dicha teoría es la mejor hecha para conocer, por
no ser más que un corto circuito respecto a lo que le es necesario
establecer bien como estatuto del aparato psíquico, que no solamente
los textos de Freud sino todo el pensamiento analítico no pueda sostenerse
más que dejando afuera, en el intervalo entre el elemento aferente
del arco reflejo y su elemento eferente, ese famoso sistema de los primeros
escritos de Freud, que sin embargo experimente la necesidad de mantener el
acento sobre estos dos elementos, nos dá precisamente el testimonio
de algo que nos incita a marcar el lugar de la teoría analítica
en relación a lo que podemos llamar, bajo un amplio título,
la teoría psicologizante concerniente al aparato psíquico.
Está claro que acá vemos manifestarse un cierto número
de edificios mentales, fundados en principio sobre un recurso a la experiencia
y que tratan de valerse de este modelo primero dado como el más elemental
aunque lo consideremos a nivel de la totalidad de un microorganismo, el proceso
estímulo-respuesta a nivel de la ameba por ejemplo, haciendo de algún
modo la homología, especificación para un aparato que concentraría
al menos sobre ciertos puntos poderosamente organizadores de la realidad
para el organismo, a saber a nivel de este arco reflejo en el aparato nervioso
una vez diferenciado.
He aquí, de lo que tenemos que dar cuenta, en esta perspectiva, que
esta referencia persiste a un nivel, en una técnica, el psicoanálisis,
que parece ser hablando con propiedad la menos apropiada para recurrir a
ella dado que implica una dimensión totalmente distinta.
Opuesta en efecto radicalmente a esta referencia resulta esta concepción
manifiestamente poco sólida de lo que puede resultar del acto, no
satisfactoria de un modo interno si se puede decir, totalmente opuesta a
eso con lo que nosotros tenemos que ver, a esta posición de la función
del acto que yo evoqué en primera instancia bajo sus aspectos de evidencia
y de la que bien se sabe que es aquella que nos interesa en psicoanálisis,
yo hablé hace un rato del compromiso, ya sea el del analizado o el
del analista, pero después de todo por que no plantearnos la cuestión
del acta ( 1 ) de nacimiento del psicoanálisis, pues en la dimensión
del acto inmediatamente surge ese algo que implica un término como
el que acabo de mencionar, a saber, la inscripción en alguna parte,
el correlato del significante, que en verdad, no falta jamás en lo
que constituye un acto: puedo acá caminar a lo largo y a lo ancho
mientras les hablo, esto no constituye un acto, pero si un día, por
franquear un cierto umbral yo me pongo fuera de la ley, este día mi
motricidad tendrá valor de acto.
Esto, lo adelanté acá en esta misma sala hace poco tiempo.
Me parece que es simplemente recurrir a un orden de evidencia admitida, una
dimensión lingüística (2) propiamente hablando, comprendiendo
lo que hay del acto y reuniendo de manera satisfactoria todo lo que este
término puede presentar de ambigüedad y que vá de una
punta a la otra de la gama que evocaba antes, incluyendo no solamente más
allá de lo que llamé el acto médico, por que no en este
caso al acta notarial? ( 1).
He hecho mención a este término: el acto de nacimiento del
psicoanálisis. ¿Por qué no? es así como surgió
en algún viraje decisivo de mi discurso, pero además al detenernos
un poco allí, veremos abrirse fácilmente la dimensión
del acto concerniendo al estatuto mismo del psicoanálisis.
Porque después de todo si hablé de inscripción, ¿qué
quiere decir? No nos quedemos demasiado cerca de esta metáfora. Sin
embargo aquel cuya existencia es asentada en un acta (1) cuando viene al
mundo, está ahí antes del acta. El psicoanálisis no
es un bebé y cuando se habla del acta de nacimiento del psicoanálisis,
lo que tiene un sentido porque apareció un día, justamente
se trata de la pregunta: este campo que él organiza y sobre el cual
reina, gobernándolo más o menos, ¿existía antes?
Es una pregunta que vale la pena plantear cuando se trata de tal acto. Es
una pregunta esencial a plantear en este momento crucial.
Por supuesto hay muchas chances de que este campo existiera antes. Obviamente
no vamos a cuestionar que el inconsciente haya hecho sentir sus efectos antes
del acta de nacimiento del psicoanálisis. Pero de todos modos si prestamos
mucha atención, podemos ver que la pregunta: "quién lo sabía"
quizás no esté de más.
En efecto, esta pregunta no tiene otro alcance que la (palabra escrita en
letras griegas), suspensión idealista que se funda sobre la idea tomada
como radical de la representación como fundando todo conocimiento
y que por lo tanto pregunta fuera de esta representación: ¿dónde
está la realidad?
Es absolutamente seguro que la pregunta que hago bajo la forma de "quien
lo sabía, ese campo del psicoanálisis?" no tiene absolutamente
nada que ver con la antinomia falaz en que se funda el idealismo.
Queda claro que no se trata de cuestionar que la realidad es anterior al
conocimiento. La realidad, sí. ¿Pero el saber?. El saber no
es el conocimiento. Y para conmover a los espíritus menos preparados
para sospechar esta diferencia, sólo tengo que hacer alusión
al saber-vivir (3) por ejemplo, o el saber-hacer (4). Acá la cuestión
de lo que está antes adquiere todo su sentido. El saber-vivir o el
saber-hacer, pueden nacer en un momento dado. Por otra parte, suponiendo
que el acento que pongo desde siempre sobre el lenguaje haya terminado por
cobrar su alcance para un cierto número entre ustedes, está
claro que la cuestión cobra acá todo su peso de saber precisamente
lo que resultaba de algo que podemos llamar manipulación de la letra,
según una formalización llamada lógica por ejemplo,
antes de que nosotros nos hayamos ocupado de ello. El campo del álgebra
antes de la invención del álgebra, es una cuestión que
cobra todo su alcance. Antes de que se supiera manipular algo que hay que
llamar por su nombre, cifras y no simplemente números, yo digo cifras,
sin poder aquí extenderme, hago un llamado a algunos, que supongo
existen entre ustedes, que tienen bastante leído en alguna revista
o viejo libro de divulgación como procede Cantor, para demostrarles
que la dimensión del transfinito en los números no es absolutamente
reductible a la de la infinidad de la serie de números enteros, a
saber: que se puede fabricar siempre un nuevo número que no habrá
estado incluido a priori en esta serie de número enteros, por extraño
que esto les parezca, no es más que una cierta manera de operar con
la serie de cifras según un método que se llama diagonal.
Resumiendo, la apertura de este orden ciertamente controlable y que tiene
exactamente el mismo derecho que cualquier otro a la calificación
de verídico, significa que este orden estaba esperando la operación
de Cantor desde toda la eternidad? He aquí precisamente una pregunta
que tiene su valor y que no tiene nada que ver con la de la anterioridad
de la realidad en relación a su representación. Es una pregunta
que tiene todo su peso.
La combinatoria y lo que se despliega en ella de una dimensión de
verdad deja surgir de la manera más auténtica lo que hay de
esta verdad que ella determina antes que el saber nazca.
Es por eso que un elemento de esta combinatoria puede llegar a jugar el rol
de representante de la representación, y lo que justifica la insistencia
que pongo a que sea así traducido el término alemán
en Freud: "Vorschtellung represantanz", y que no es a causa de una simple
suceptibilidad personal que cada vez que veo resurgir en tal o cual sentido
marginal la traducción de "representante representativo", lo denuncio,
designo de una manera valedera una intención, esa intención
precisamente confusional de la que se trata de saber por qué tal o
cual se convierten en sus paladines en ciertos lugares del campo analítico.
En este orden las querellas de forma no son vanas, porque justamente ellas
instauran consigo todo un presupuesto subjetivo que es precisamente lo que
está en cuestión.
Tendremos luego que aportar algunos abrochamientos que, sobre este punto,
nos permitirán orientarnos. No es mi objetivo hoy, que como les he
dicho, sólo se trata de introducir la función que tengo que
desarrollar ante ustedes. Pero desde ya indico que simplemente marcando tres
puntos de referencia, el de la función de un término como conjunto
en la teoría matemática, mostrando la distancia y la distinción
con el de clase en uso desde hace mucho más tiempo, y enganchando
allí en una relación de articulación que muestre que
lo que voy a decir se incluye en una cierta diferencia articulada pero que
lo implica en el mismo orden, este orden de las posiciones subjetivas del
ser, que era el verdadero sujeto, el título secreto del segundo año
de enseñanza que yo hice acá con el nombre "problemas cruciales",
que referido a la distinción entre conjunto y clase la función
del objeto en tanto que (a) toma todo su valor de oposición subjetiva.
Es lo que nosotros tendremos que hacer a su debido tiempo. Ahora no hago
más que marcarlo a manera de mojón en el que ustedes encontrarán
la indicación y al mismo tiempo la esencia en el momento que lo retomemos.
Por hoy, habiendo marcado de qué se trata, quiero retomar la referencia
psicologizante para mostrar ese algo que quizás aclare con mayor eficacia
lo que entiendo bajo el término de acto psicoanalítico.
Y puesto que hicimos tan fácilmente la crítica de la asimilación
del término acción con el de motricidad nos será tal
vez más simple, más fácil, darnos cuenta de lo que hay
en este modelo falaz.
Dado que soportarlo en algo que es de práctica cotidiana, como por
ejemplo el desencadenamiento de un reflejo tendinoso, creo que a partir de
ahora les será tal vez más fácil ver que en lo que concierne
a un funcionamiento, del que no se sabe por otra parte, por qué se
lo llama automático ya que el (letras griegas) tiene precisamente
en su esencia una referencia al azar, mientras que lo que está implicado
en la dimensión del reflejo es precisamente lo contrario, pero dejémoslo,
no es acaso evidente que no podríamos concebir, quiero decir de una
manera racional, lo que resulta del arco reflejo, más que como algo
donde el elemento motor no es otra cosa que lo que hay que situar en el pequeño
instrumento del martillo con el cual se lo desencadena y que lo que se recoge
no es otra cosa que un signo; un signo, en este caso, de lo que podemos llamar
la integridad de un cierto nivel del aparato medular, y a ese título
un signo del que se puede decir que lo que tiene de más indicativo
es, precisamente, cuando está ausente, a saber cuando denuncia la
no integridad de ese aparato; ya que sobre el tema de lo que resulta de esta
integridad, no nos da gran cosa; por el contrario su valor de signo de defecto,
de lesión, es lo que tiene valor positivo, es acá que toma
todo su valor. Hacer de algo que no tiene entidad ni significación
más que por ser algo aislado en el funcionamiento de un organismo,
aislado en función de una cierta interrogación que podemos
llamar interrogación clínica, quién sabe, llevándolo
más lejos, incluso hasta deseo del clínico, he aquí
algo que no da a este conjunto que llamamos arco reflejo, ningún mérito
especial para servir de modelo conceptual a lo que fuere que sea considerado
como fundamental, elemental, reducción original de una respuesta del
organismo viviente.
Pero vayamos más lejos. Vayamos a algo que es infinitamente más
sutil que este modelo elemental, a saber la concepción del reflejo
al nivel de lo que ustedes me permitirán llamar, porque en eso me
voy a interesar, la ideología Pavloviana.
Con esto quiero decir interrogarlo, no por cierto desde el punto de vista
de ninguna crítica absoluta, sino para que ustedes puedan ver las
sugerencias que nos aporta en cuanto a lo que es la posición analítica.
No pretendo por cierto despreciar el conjunto de trabajos que han sido inscriptos
en esta ideología. No digo tampoco nada demasiado comprometido diciendo
que proviene de un proyecto de elaboración materialista, ellos lo
reconocen, y de algo que es una función cuya referencia se trata precisamente
de reducir por estar hecha como si se tratara todavía de un terreno
donde hace falta combatir a alguna entidad del orden del espíritu.
El objetivo de la ideología pavloviana en este sentido es mucho más
conveniente que ese primer orden de referencia que indiqué con el
arco reflejo y que podríamos llamar la referencia órgano-dinámica.
Este objetivo es mucho más conveniente, en efecto, porque se ordena
de la captura del signo sobre una función ordenada alrededor de una
necesidad.
Pienso que todos ustedes han hecho suficientes estudios secundarios como
para saber que el modelo corriente con que es introducido en los manuales
y del que ahora nos vamos a valer para subrayar lo que queremos decir, la
asociación de hecho, de un ruido de trompeta por ejemplo, con la presentación
de un trozo de carne delante de un animal, carnívoro obviamente, está
comprobado obtener después de un cierto número de repeticones,
el desencadenamiento de una secreción gástrica, siempre y cuando
que el animal en cuestión tenga un estómago, y esto aún
después del fin, la liberación de la asociación, la
que, por supuesto, se hace en el sentido de mantener sólo el ruido
de la trompeta, el efecto se comprueba fácilmente instalando en forma
estable una fístula estomacal, donde se recoge el jugo segregado,
así al cabo de un cierto número de repeticiones se constata
que ha sido segregado a la sola emisión del ruido de trompeta.
Esta empresa pavloviana, si se puede decir, me atrevería a calificarla
como extraordinariamente correcta respecto a su objetivo pues en efecto lo
que se trata de fundamentar cuando se trata de dar cuenta de la posibilidad
de formas elevadas de funcionamiento del espíritu, es evidentemente
esta captura sobre la organización viviente de algo que acá
no adquiere valor ilustrativo más que por no ser la estimulación
adecuada a la necesidad que interesa en el asunto. Y hasta propiamente hablando
por no connotarse en el campo de la percepción más que por
el hecho de ser verdaderamente despegado de todo objeto de eventual fruición
(fruition) —digo "fruición", esto quiere decir goce, pero no quise
decir goce porque como ya puse un cierto acento sobre la palabra "goce "
no quiero introducirla acá con todo su contexto. Fruto (fruit) es
lo contrario de útil, no se trata ni siquiera de un objeto usado,
es de objeto del apetito fundado sobre las necesidades elementales del viviente,
es en tanto que el ruido de trompeta no tiene nada que ver con ninguna
cosa que pueda interesar a un perro por ejemplo, al menos en el campo donde
su apetito es despertado por la vista del trozo de carne, que es legítimo
que Pavlov lo introduzca en el campo de la experiencia.
Sólo que si digo que esta manera de operar es extraordinariamente
correcta es precisamente en la medida en que Pavlov se revela, si puedo decir,
estructuralista al comienzo, al comienzo de su experiencia, estructuralista
en suma anticipadamente, estructuralista de la más estricta observancia,
a saber de la observancia lacaniana, en tanto que muy precisamente lo que
él demuestra, lo que él sostiene, de algún modo implícitamente,
es precisamente esto que hace al significante, a saber que el significante
es lo que representa un sujeto para otro significante. En efecto, el ruido
de trompeta no representa acá otra cosa que el sujeto de la ciencia,
a saber Pavlov mismo, y lo representa para quién? ¿Y por qué?
Manifiestamente nada más que para esto que no es aquí un signo
sino un significante, a saber este signo de la secreción gástrica
que sólo adquiere su valor precisamente por este hecho de no ser producido
por el objeto del que se espera que lo produzca, que es un efecto de engaño,
que la necesidad en cuestión está adulterada, y que la dimensión
en la que se instala lo que se produce a nivel de la fístula estomacal,
es que de lo que se trata, a saber el organismo, está, en este caso,
engañado.
Hay pues, en efecto, demostración de algo que, si ustedes van a mirar
de cerca, no es, por supuesto, que con un perro ustedes harán otra
especie de animal; toda la experimentación Pavloviana no tendría
realmente ningún interés si no se tratara de edificar la posibilidad
esencial de la captura de algo que hay que definir totalmente y de ningún
otro modo que como el efecto del significante sobre un campo que es el campo
viviente, lo que no tiene otra resonancia, quiero decir resonancia teórica,
que la de permitir concebir como, allá donde está el lenguaje,
no hay ninguna necesidad de buscar referencia en una entidad espiritual.
¿Pero quién lo pretende actualmente? ¿Y a quién
puede interesarle?
De todas maneras hay que destacar, que lo que es demostrado por la experiencia
pavloviana, a saber, que no hay operación que interese a los significantes
como tales que no implique la presencia del sujeto, no es de ningún
modo lo que en primera instancia el vulgo podría pensar. No es de
ningún modo el perro quien da esta prueba, y ni siquiera para Pavlov,
porque Pavlov construye esta experiencia precisamente para mostrar que uno
puede arreglárselas perfectamente sin hipótesis sobre lo que
piensa el perro. El sujeto cuya existencia es demostrada, o más bien,
la demostración de su existencia no es de ningún modo el perro
quien la da, sino, como nadie lo duda, Pavlov mismo, dado que es él
quien sopla la trompeta, él o alguno de sus ayudantes.
Hice incidentalmente una observación diciendo que, obviamente, lo
que está implícito en sus experiencias, es la posibilidad de
algo que demuestre la función del significante y su relación
con el sujeto.
Pero agregué que obviamente nadie tiene la intención de obtener
por ahí nada que sea del orden de un cambio en la naturaleza de la
bestia. Lo que quiero decir con esto, es sin embargo algo que tiene su importancia,
es que no se obtiene ni siquiera una modificación del orden de la
que tenemos necesariamente que suponer haber tenido lugar en la época
en que se hizo pasar a este animal al estado doméstico.
Hay que admitir que el perro no es doméstico desde el Paraíso
Terrenal: por lo tanto hay un momento en el que se supo hacer con esta bestia,
no ciertamente un animal dotado de lenguaje, pero un animal del cual, me
parece, sería tal vez interesante sondear esta cuestión formulada
así: a saber, si el perro puede ser dicho de algún modo saber
que nosotros hablamos, como lo aparenta, y que sentido dar a la palabra "saber";
esta cuestión me parece ser por lo menos tan interesante como la promovida
por el montaje del reflejo condicional o condicionado según como se
lo llame.
Lo que más bien me sorprende, es como, en el curso de estas experiencias,
no recibimos jamás de los experimentadores el menor testimonio de
lo que pasa, y que sin embargo debe existir, con las relaciones personales,
si puedo decir, de la bestia con el experimentador. No quiero jugarla de
Sociedad Protectora de los Animales, pero reconozcan que sin embargo sería
interesante, y que tal vez así uno aprendería un poco más
sobre lo que puede llamarse neurosis a nivel de los animales que lo que se
registra en la práctica. Porque se tiende en la práctica de
estas estimulaciones experimentales, cuando se las lleva hasta el punto de
producir esas especie de desórdenes diversos que van desde la inhibición
al ladrido desordenado, a calificar de neurosis bajo el sólo pretexto
de que esto es: 1) provocado, 2) devenido completamente inadecuado respecto
a las condiciones anteriores, como si el animal no hubiera sido echado fuera
de todas esa condiciones, desde hace muchísimo tiempo, y evidentemente
en ningún caso tiene derecho bajo ningún título a ser
asimilado a lo que justamente el análisis nos permite calificar como
constituyendo la neurosis en un ser que habla.
En definitiva nosotros no sólo lo vemos a Pavlov demostrarse en la
instauración fundamental de su experiencia como estructuralista y
de la mejor observancia, sino que incluso se puede decir que lo que él
recibe como respuesta tiene realmente todas las carácterísticas
de lo que hemos definido como fundamental en la relación del ser parlante
al lenguaje, a saber, que recibe su propio mensaje bajo una forma invertida.
Mi fórmula emitida desde hace mucho tiempo, desde hace diez años,
se aplica aquí en efecto muy oportunamente por que ¿Qué
es lo que pasa? Primero ha enganchado, puesto después el ruido de
trompeta, con relación a la secuencia fisiológica montada por
él a nivel del órgano estomacal, y ahora ¿Qué
es lo que obtiene? Una secuencia inversa donde es enganchada a su ruido de
trompeta que se presenta la reacción del animal.
Para nosotros sólo hay en todo esto un ligero misterio, lo que por
otra parte no resta nada de alcance a los beneficios que a nivel de tal o
cual punto del funcionamiento cerebral han podido producirse en esta suerte
de experimentación.
Pero lo que nos interesa es su objetivo y que su objetivo sólo sea
obtenido al precio de un cierto desconocimiento de lo que constituye al principio
la estructura de la experiencia, es lo que debe alertarnos en cuanto a lo
que esta experiencia significa en tanto que acto, pues Pavlov en este caso
no hace otra cosa, y sin darse cuenta, que recoger bajo la forma más
correcta el beneficio de una construcción que es exactamente asimilable
a la que se nos impone desde que se trata de la relación del ser parlante
al lenguaje.
He aquí, lo que en todos los casos, merece ser puesto en evidencia,
aunque sea sólo para ser deducido de la punta demostrativa de toda
la operación.
A propósito de todo un campo de actividades llamadas científicas
en un determinado período histórico, esta tendencia de reducción
llamada "materialista", merece ser tomada como tal por lo qué es,
a saber sintomática: "¿Sería necesario que eso creyera
en Dios? Exclamaría yo.
Y, en verdad, es muy cierto que toda esta construcción llamada materialista
u organicista, digamos en medicina, es muy bien recibida por las autoridades
espirituales.
Al final de cuentas todo esto nos lleva al ecumenismo.
Hay una cierta forma de efectuar la reducción del campo divino que,
en último término, en su último resorte, es totalmente
favorable a que la pesca sea recogida finalmente en la misma gran red.
Esto —hecho sensible que se despliega manifiestamente ante nuestros ojos—debería
cuando menos inspirarnos una cierta perspectiva en cuanto a las, si puedo
decir, relaciones con la verdad en un cierto contexto. Si las elucubraciones
de los lógicos, en una época perimida y considerada como relegada
en el orden de los valores del pensamiento que se llama la Edad Media, podían
acarrear condenaciones Mayores o si, sobre tal o cual punto que son de doctrina
sobre el campo mismo sobre el que operamos y que se llamaban las alternativas,
dicho de otro modo las herejías, la gente llegaba rápidamente
a estrangularse y a masacrarse entre sí, ¿Por qué pensar
que son los efectos, como se dice, del fanatismo? Por qué gran Dios,
la invocación de semejante registro cuando quizás bastaría
concluir que tal o cual enunciado sobre las relaciones del saber podía
comunicar, ser infinitamente, en esa época, más sensible en
el sujeto a los efectos de verdad.
No conservamos mucho de estos debates que se llaman, con o sin razón,
teológicos —volveremos sobre lo que es la teología— nos quedan
textos que sabemos leer más o menos bien y que en muchos casos no
merecen para nada el titulo de polvoriento, lo que sospechamos, es que esto
tal vez tenía consecuencias inmediatas, directas, sobre el mercado,
a la puerta de la escuela o de ser preciso en la vida de pareja, en las relaciones
sexuales, ¿Por qué razón no sería concebible?
Sería suficiente introducir otra dimensión que la del fanatismo,
la de la seriedad por ejemplo.
Como puede ser que para nosotros, para lo que enuncia en el cuadro de nuestras
funciones enseñantes, de lo que se llama la Universidad, como puede
ser que, en el conjunto, tal como están las cosas, no sea absolutamente
escandaloso formular que todo lo que les es distribuido por La Universitas
Litterarum, la Facultad de Letras, que tiene todavía el mando sobre
lo que se llama noblemente ciencias humanas, es un saber dosificado de manera
tal que no tenga de hecho, en ningún caso, ninguna clase de consecuencias?
Es verdad que hay otro aspecto? La universitas no conserva ya muy bien su
sitial porque hay algo distinto que se ha introducido y que llaman la Facultad
de Ciencias.
Les haré notar que de parte de la Facultad de Ciencias, por el modo
de inscripción, el desarrollo de la ciencia como tal, las cosas no
están quizás tan distantes porque allá se ha comprobado
que la condición del progreso de la ciencia es que no se quiera saber
nada de las consecuencias que este saber de la ciencia comporta a nivel de
la verdad. A estas consecuencias se las deja desarrollarse solas.
Durante un tiempo considerable del campo histórico, esas personas
que merecerían sobradamente desde ya el título de sabios lo
pensaban dos veces antes de poner en circulación ciertos aparatos,
ciertos modos del saber que ellos habían entrevisto perfectamente
y nombraría a Gaus por ejemplo, del que a pesar de todo es bastante
sabido que al respecto había tenido visiones bastante anticipatorias,
dejó a otros matemáticos poner en circulación una treintena
de años después lo que estaba ya en sus papeletas; le pareció
que tal vez las consecuencias a nivel de la verdad merecían ser tomadas
en consideración.
Todo esto para decirles que la complacencia, en fin, la consideración
de que goza la teoría pavloviana especialmente a nivel de la Facultad
de Letras adonde tiene el mayor prestigio, depende tal vez de esto cuyo acento
he querido dar y que es hablando con propiedad su dimensión fútil,
quizás no saben lo que quiere decir "fútil", por otra parte
yo tampoco lo sabia hasta un determinado momento, hasta el momento en que
me ví arrojado por azar sobre el empleo de la palabra "futilis" en
un rincón de Ovidio, donde quiere decir propiamente hablando "un vaso
que fuga" (5).
Espero haber delineado suficientemente la fuga que se encuentra en la base
del edificio pavloviano, a saber que lo que se trata de demostrar no puede
ser demostrado porque está puesto ya al comienzo; simplemente Pavlov
se demuestra estructuralista, aunque él mismo no lo sabe, pero eso
evidentemente quita todo alcance a lo que podría pretender ser aquí
una demostración cualquiera y por otra parte lo que se trata de demostrar
no tiene ciertamente más que un interés muy reducido dado que
la cuestión de saber lo que hay de Dios se esconde absolutamente en
otra parte.
Y para terminar, que todo lo que se encubre de fundamento para la creencia,
de esperanza de conocimiento, de ideología de progreso, en el funcionamiento
pavloviano, si miran atentamente sólo reside en que las posibilidades
que demuestra la experimentación pavloviana son supuestas estar ahí
ya en el cerebro.
Que se obtenga de la manipulación del perro, en este contexto de articulación
significante, efectos, resultados que sugieren la posibilidad de una mayor
complicación de sus reacciónes no tiene nada de extraño
porque esta complicación la introducimos nosotros. Pero lo que está
implicado es precisamente lo que yo ponía en evidencia hace un rato,
a saber, si las cosas que se revelan están ya ahí con anterioridad.
De lo que se trata cuando se trata de la dimensión divina y generalmente
de la del espíritu gira enteramente alrededor de esto: qué
es lo que suponemos estar ya ahí antes de que hiciéramos el
hallazgo? Si, sobre todo un campo se comprueba, que no sería futil
pero àpresurado, pensar que este saber está ya ahí esperándonos
antes que nosotros lo hiciéramos surgir, esto podría ser de
naturaleza tal como para llevarnos a hacer una mucho más profunda
puesta en cuestión. Es precisamente de lo que se va a tratar a propósito
del acto psicoanalítico.
La hora me fuerza a poner punto acá al tema que sostengo ante ustedes
hoy. Verán que la próxima vez, comparando lo que es el acto
psicoanalítico con este modelo ideológico, cuya constitución
paradójica está dada por el hecho, como les dije, de que alguien
pueda fundar una experiencia sobre presupuestos que él mismo ignora
profundamente, y qué quiere decir que él ignora? Tal vez ésta
no es la única dimensión a poner en juego, la de la ignorancia,
quiero decir concerniente a los propios presupuestos estructurales de la
instauración de una experiencia; hay otra dimensión mucho más
original y a la cual hice alusión hace mucho tiempo, que es la que
la próxima vez me permitirá introducir a su turno.
NOTA DEL TRADUCTOR
(1) Acte: puede traducirse como acto pero también como acta; juego
de palabras con la polisemia del término.
Acte de naissance: partida de nacimiento.
Acte notarié: escritura notarial.
(2) langagiere: no tiene traducción literal. Es lo relativo al lenguaje.
(3) Savoir-vivre: Cualidad de una persona que conoce y sabe aplicar las reglas
de la cortesía, tacto,buena educación.
(4) Savoir-faire: destreza, habilidad para lograr lo que se emprende, para
resolver los problemas prácticos. Competencia, experiencia en el ejercicio
de una actividad artística o intelectual.Tacto.
(5) Fuite: fuga, derrame de un líquido, pérdida (vase qui fuit:
vaso que pierde).